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Cuando la secretaria y portavoz permanente de la Academia Sueca, Sara Danius, dio a conocer el pasado jueves 13 de octubre el nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura 2016 (el cantautor norteamericano Bob Dylan), "por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción norteamericana", me quede, en principio, algo perplejo. ¿De Literatura?, me dije. Y, ¿Por qué no?, pensé a continuación. Al fin y al cabo, los grandes cantautores, músicos y compositores, como Dylan, son también poetas y, a ratos, escritores. Me parece bien que tan alta distinción se la hayan concedido al de Minnesota. Ya tiene algunas otras de rango muy especial: 10 premios Grammy, un Óscar, el Pullitzer y el Príncipe de Asturias de las Artes. Y muchas más.

Sin embargo, creo que la esencia del Premio Nobel de Literatura no iba por ahí cuando en 1895 Alfred Nobel dejó claro en su testamento que el Premio de Literatura "será entregado a escritores que sobresalgan por sus contribuciones en el campo de la literatura". Así ha sido siempre desde 1901 hasta 2015. Nombres como los de Sully Prudomme, Theodor Mommsen, José Echegaray, Rabindranath Tagore, Anatole France, Jacinto Benavente, George Bernard Shaw, Thomas Mann, Sinclair Lewis, Luigi Pirandello, Pearl S. Buck, Herman Hesse, André Gide, William Falukner, François Mauriac, Winston Churchill, Ernest Hemingway, Juan Ramón Jiménez, John Steinbeck, Miguel Ángel Asturias, Samuel Becket, Pablo Neruda, Eugenio Montale, Vicente Aleixandre, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Nadine Gordimer, José Saramago, Gunter Grass, Harold Pinter, Mario Vargas Llosa, y así hasta un total de 112 grandísimos escritores, han venido a engrosar la lista de galardonados con el Premio Nobel de Literatura hasta hace pocas semanas en las que se ha sumado a dicha lista Bob Dylan. Chirría un poco, ¿verdad? Todos sabemos que Dylan no es un escritor. No, no lo es. Y el hecho de que le hayan concedido el Premio Nobel de Literatura no demuestra lo contrario.

Robert Allen Zimmerman es escritor de canciones, canciones populares, y por encima de todo, Bob Dylan es un cantante de rock, pop-rock, rythem and blues y country music. Un trovador, un juglar, un creador, un cantautor siempre (y, por qué no decirlo, un "cantamañanas" a veces). Uno de los mejores, pero de ninguna manera el mejor, que para gustos están los colores. Con sus luces y sus sombras como artista. Dotado de una voz escasa, áspera y nasal, a veces da la sensación de desentonar. De hecho, cuando sus canciones son versionadas por otros intérpretes (como Joan Báez o Johnny Cash), mejoran mucho. Lo que sucede con Dylan es que, como a tantos otros personajes, lo hemos hecho "mito" desde hace años entre todos, y la leyenda continúa.

No pensaba escribir este artículo sobre el premio a Dylan por respeto a su persona, ya que él no ha dicho nada todavía. No sabemos si acudirá a Estocolmo a recoger el galardón. No sabemos si rechazará la dotación económica del mismo. Quizás esté componiendo una canción que nos dé las claves de lo que piensa. En el caso de que rechazase la distinción de la Academia Sueca, eso sí, me gustaría que fuera coherente y que con humildad declarase: "Miren, señores académicos, muchas gracias, pero yo ni soy escritor ni poeta. Soy un creador, un compositor, un cantante, un revolucionario". Veremos cuál es su decisión final, si es que la toma. Pero entandamos también que "no tomar una decisión" es, también, "tomar una decisión".

Yo, como la mayoría de los adolescentes y jóvenes de mi generación, fui muy "dylanista" en los últimos años de la maravillosa década de los sesenta, para luego irme desinflando poco a poco en las posteriores. Los reyes de la música pop-rock de aquella época fueron los "Beatles" absolutamente, y en el rock puro y duro los "Rolling Stones". Y un poco más tarde Bruce Springsteen. Hay muchísimos más, por supuesto. No obstante, hasta hace bien poco, en 2015, le dí "otra oportunidad" a Bob. Y me explico: cuando supe que grabaría 10 canciones de Frank Sinatra, a modo de homenaje a "La Voz", en un CD que titularía "The Shadows in the Night", fui de los primeros en adquirirle cuando salió al mercado... La decepción fue total. No se oye nada. No se entiende nada. Resulta prácticamente imposible identificar ni uno solo de los grandes éxitos de Sinatra que interpreta (?) Dylan. Al principio lo escuché varias veces durante mis desplazamientos en automóvil. La experiencia fue insoportable. Casi me dormía...Aún anda por allí, perdido por el fondo de alguna bandeja portaobjetos. Olvidado. Lo había intentado de nuevo, pero la realidad me superó.

Lo que en el fondo nos conmueve de Bob Dylan, hemos de reconocerlo, es la nostalgia melancólica de haber pertenecido a su tiempo. Cuando yo contaba con apenas 16 o 17 años, tuve un amigo de la misma edad (Alfonso se llamaba y llama el segoviano) que manejaba la guitarra acústica española con más habilidad que maestría. Se había aprendido los dos o tres acordes básicos de dicho instrumento y siempre que había ocasión (por supuesto si había chicas alrededor) se soltaba y adornaba con el popularísimo "Blowin´ in the Wind", el primer gran éxito de Dylan. Alfonsito repetía el estribillo machacante indefinidamente, pues además de las preguntas "oficiales" que se hacía el cantautor norteamericano en su canción, él añadía otras de su particular cosecha dirigiéndose a las damitas allí presentes...que si cuántas veces tendré que mirar a los ojos de Ana, cuántas veces tendré que llamar a Martine, cuántas flores tendré que llevar a Magdeleine, cuántas cartas enviar a Brigitte, etc, etc..., y venga y venga con que la "answer, my friends, is blowin´ in the wind, the answer is blowin´ in the wind". Todo esto en un inglés "académico" (de curso elemental de Academia de Idiomas, quiero decir) para el que solicitaba el acompañamiento coral a los presentes, quienes resignadamente, y sin tener la más remota idea del significado de los textos "dylanianos", accedíamos a su petición. No recuerdo bien, pero creo que su estrategia, tan astuta como ramplona, no le sirvió nunca al bueno de Alfonso para ligar, cual era su intención. Lo que si es cierto es que quedó catalogado como un auténtico pelmazo para los restos. Muy buena gente, pero ¡qué "pesao" el tío! Casi tanto como Dylan.

La realidad es que la música contestataria de Dylan no gozó de buena aceptación en las reuniones juveniles de entonces (nuestros guateques y fiestecillas riazanas). No era apta para el baile "lento" (mucho mejor el "Y mis manos en tu cintura" de Salvatore Adamo, ya te digo) ni para el "suelto" (preferible Chubby Checker y su "Let´s Twist Again"). Sin embargo, hay que reconocerle a Dylan algunas composiciones muy rotundas y bellas, como la titulada "Mr. Tambourine Man" (preciosa la versión que de ella hizo el grupo "The Byrds"), "A hard rain´s a-gonna fall", su "Like a Rolling Stone" (más de 7 minutos de canción), la balada (country folk) que sirvió como banda sonora de la película "Pat Garret&Billy the Kid" (1973) de Sam Peckinpah, "Kcnock´ on Heaven´s Door", "The times they are a-changin" y, naturalmente, la ya comentada y legendaria "Blowin´ in the wind" con la que todo empezó para Dylan. Pero son la excepción entre centenares de composiciones muy mediocres.

La verdad es que aunque Dylan sea un buen músico (y un pésimo cantante también) con cientos de premios en su ámbito, no es un escritor, y la Academia Sueca, no premiando a un verdadero escritor, pierde la oportunidad de fomentar el hábito de la lectura de los libros. Parece que se tratase de la última conquista del populismo. ¿Dónde colocaremos la obra musical de Dylan en nuestra biblioteca? ¿Al lado de los tomos de sus antecesores en el otorgamiento de tan alta distinción habrán de tener cabida sus vinilos, casettes, cds, dvds? ¿Por qué razón los académicos suecos han mezclado churras con merinas? ¿Qué necesidad tenían? ¿Será que los tiempos están cambiando, como cantaba el mismo Dylan? En definitiva, una broma muy pesada lo del Nobel a Dylan, el hombre sin voz que susurraba a nuestros oídos. Si Alfred Nobel levantara la cabeza...