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Segovia

estrena este año en parte de sus bosques -en las áreas de gestión de la sierra de

Ayllón

y la de Guadarrama- la fórmula que ya funciona en provincias vecinas para controlar la recolección de setas y hongos, para la que se pierde el carácter "libre" y se hace obligado contar con permisos.

El sistema obliga además a determinados controles sobre tamaños y cantidades, así como sobre la venta. Estamos ante un paso más en la conversión de la actividad micológica en una industria con claras posibilidades de crecimiento y expansión y por ello, generadora de empleo y riqueza, que dan nueva dimensión a la explotación forestal más allá de la madera.

Como ocurre con la miel, la resina, las plantas medicinales o los frutos del bosque, el de las setas es un recurso natural no demasiado considerado hasta ahora como factor de crecimiento aunque parece claro que puede actuar como transformador de la actividad agraria tradicional en otros modelos de desarrollo.

La ordenación de la explotación de setas y hongos permitirá además ejercer control sobre el sostenimiento del propio recurso y la biodiversidad de esos entornos, al establecerse cuotas máximas, en cantidad recolectada y en tamaño de los ejemplares, para los que se han fijado mínimos que, con todo y eso, no satisfacen a los micólogos, que consideran que los ejemplares han de ser aún mayores para ser recogidos.

Del mismo modo, se ejercerá férreo seguimiento de las técnicas de recogida, poniendo coto a los "rastrilladores" que desgraciadamente han campado a sus anchas en los últimos años.

En cambio, parece evidente que ha llegado el comienzo del fin de los días en el que la recogida y venta de setas sin control laboral, fiscal o sanitario era un hecho casi rutinario. La trazabilidad del producto toma el camino para hacerse mucho más claro y con él las garantías en todos los sentidos.

No hay que olvidar que las declaraciones de intenciones de los que han abogado por esta regulación figura el de conseguir productos e incluso marcas de calidad que tan buenos resultados dan en otros campos.

La tarea es aún muy incipiente, que en la región hay unas 1.500 especies, medio centenar de "alta calidad gastronómica" y ocho de "alto valor comercial". Un buen primer paso al que esperamos que sigan otros.