Riaza Los Gayumbos desde 1990

"Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos", escribió Valle Inclán. Y, sin duda alguna, el año 2015 va a ser recordado como el más negro de la industria del automóvil. Quién nos lo iba a decir, pero así es.

Es frase muy de

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la de "no la hagas y no la temas"..., ¿cómo es posible que sucedan estas cosas en pleno siglo XXI? Alemania: ¿Tú también? Volkswagen, la compañía líder mundial entre los constructores de automóviles, paradigma de la más alta responsabilidad corporativa, que cuenta con los mejores y más avanzados y sofisticados sistemas productivos imaginables, y que todo lo basa en la calidad y la excelencia del producto que fabrica, nos ha dejado tremendamente decepcionados a todos.

Coincidiendo con la inauguración (18 de septiembre) del "IAA CARS 2015", el Salón Internacional del Automóvil de Fráncfort, el más importante del mundo, que se celebra siempre en años impares en la capital de las finanzas alemana, nos llegaron desde Estados Unidos las primeras noticias del mayúsculo fraude cometido por Volkswagen al haber montado en once millones de vehículos (al final serán muchos más) un sofisticado software en sus motores diésel EA 189 que altera a propósito la medición oficial de gases contaminantes. "Das Auto" (El Automóvil) es el lema de marketing publicitario de la compañía...El Automóvil (por antonomasia). ¿Das Auto? Sí, sí... Ya, ya...¿Y ahora qué?

Cuando escribo este artículo, han pasado ya más de 15 días desde "la fecha de autos" (nunca mejor dicho). Y todo lo que suceda de aquí en adelante es imprevisible. No hay que descartar nada...Situarse en el peor de los escenarios posibles es lo que conviene ahora tras el escándalo monumental que supone el fraude admitido y reconocido por la propia compañía. Ya lo dijo Michael Horn, máximo responsable de VW en USA: "We have totally screwed up" ("la hemos cagado por completo"). Ni que lo diga. La pérdida de imagen de la marca alemana, incluso del "made in Germany", tardará décadas en recuperarse y las pérdidas económicas acumuladas por la caída en bolsa del valor, las costosísimas reparaciones (no solo afectan al software fraudulento sino también a partes mecánicas) a que habrán de ser sometidos más de once millones de vehículos y las multas en cascada que llegarán de los organismos oficiales, son difícilmente cuantificables: pero, sin duda, la cifra del montante final será estratosférica y, además, nunca definitiva. Asi las cosas, no resulta irracional pensar que el grupo automovilístico VW, que emplea en el mundo a más de 700.000 personas y es el motor de la economía alemana (supone el 14% del PIB), se plantee el cierre de todas sus fábricas. Que desaparezca definitivamente. Esto, como digo, sería lo peor de lo peor que podría ocurrir a medio plazo. Y hasta podría dejar muy "tocada" a la mismísima canciller Angela Merkel, quien apenas ha dicho nada en los últimos días. Tanto VW como el gobierno alemán están reaccionando muy lenta y torpemente a la crisis.

El otro escenario (tampoco nada halagüeño) consistiría en que Alemania, orgullosa de su poderío industrial ahora puesto en entredicho, no por sus errores sino por sus acciones corruptas en el caso que nos ocupa (lo cual es aún mucho más recriminable), "baje a la tierra" y pida perdón con humildad al tiempo de reconocer que el móvil de la gran estafa no ha sido otro que el ansia de lucro que le suponía a Volkswagen saltarse todos las normas establecidas en un asunto tan delicado como lo es todo lo que concierne al medio ambiente. Y aún con todo y con esto, estaría por ver si los consumidores serían capaces de darles otra oportunidad, de devolverles su confianza.

Las dimisiones y destituciones en cadena de directivos, jefes de equipo, de planta, de los departamentos de calidad, proyectistas, mandos intermedios, compras, alta dirección y consejos ejecutivos, serán inevitables y muy cuantiosas (entre 2.000 y 3.000 personas). Y también las de todos aquellos que hayan prevaricado a sabiendas del hecho fraudulento que estaban cometiendo. Es lo que toca. No queda otra, porque como solemos decir en

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, "no la hagas y no la temas". Y la que han líado ha sido tremenda. Y no se entiende en este contexto de cosas que el presidente del comité de empresa de VW eche balones fuera al decir que la responsabilidad del engaño es imputable a "un pequeño grupo de personas que han causado un enorme perjuicio, sobre todo ahora que la compañía había conseguido destronar a la japonesa Toyota como número uno del mundo por ventas". Por eso, precisamente por eso, se comprende menos la burda trampa maquinada para burlar las pruebas oficiales de emisiones de gases. No, no...No más movimientos de distracción. La responsabilidad es de Volkswagen única y exclusivamente (ni siquiera del proveedor del software, la también alemana Bosch), y no de "un pequeño grupo de personas", sino de muchos, de muchísimos.

Una cosa queda clara: el motor diésel está condenado a desaparecer a pesar de ser más eficiente que el de gasolina, ya que al consumir menos combustible, emite menos CO2 que es lo que preocupa a los políticos; sin embargo, emite más cantidades de monóxido de nitrógeno (NOx) que es perjudicial para la salud. Sí, "el diésel ha muerto y nosotros lo hemos matado", podrían decir los ingenieros de VW. La transición será larga, unos diez años, a no ser que los constructores se decidan a llevarla a cabo con un auténtico plan integral para acortar los plazos. Nos quedarán los motores de gasolina y, como mucho, los híbridos, porque los eléctricos van para largo.

Las repercusiones colatarales en la industria auxiliar de partes y componentes, bienes de equipo y recambistas, para qué les voy a contar, serán muy importantes. Habrá pequeñas industrias proveedoras, medianas, e incluso grandes, que no soportarán el "parón" inevitable que supondrá la disminución y/o anulación de pedidos en curso y estimados. Algunas, o bastantes de esas empresas se verán abocadas al cierre patronal (sobre todo aquellas que tengan como principal cliente a VW). Los ERE y los despidos procedentes van a estar a la orden del día. Por otra parte, las inversiones del grupo VW en España (4.200 m. de euros en cinco años para las factorías de Martorell y Landaben), anunciadas en mayo pasado al Gobierno español, y confirmadas en las últimas fechas por la compañía, yo, francamente, no las veo dado el proceso de otras prioridades en que está inmerso ahora mismo VW. Lo más probable es que queden "congeladas" (precisamente el nuevo CEO de VW, Mathias Müller, acaba de confirmar hoy mismo que serán revisadas). El daño ya está hecho, sí, pero es metastásico y todo el sector del automóvil se va resentir, y mucho.

La "burbuja del automóvil" ha pinchado y nos ha estallado en el rostro a todos los ciudadanos del planeta que aún no damos crédito a lo sucedido. Al fin y al cabo, pensarán muchos, si hemos sobrevivido al pinchazo en 2008 de la "burbuja financiera" provocada por Lehman Brothers (por cierto, aquí los norteamericanos no estuvieron tan diligentes como ahora) que dio origen a la mayor crisis económica global conocida desde hace más seis décadas, pues también saldremos de ésta...Pero no es eso, no es eso.

En definitiva, todo, como siempre, tiene que ver con la moral y la ética aplastadas y despreciadas por unas prácticas aberrantes, donde los auténticos valores del ser humano son arrinconados y relativizados en aras de unos usos (¿capitalismo extremo?) capaces de cambiar el orden natural de las cosas. Al fin y al cabo, la crisis de VW no es otra cosa que una crisis de valores. Quisieron ser los más grandes, los más ricos, los más listos, pero no los mejores. Y se han pasado del todo, claro.

¡Qué tiempos aquellos de las excursiones en burro (cero emisiones contaminantes) a la ermita de

Hontanares

y San Benito!