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[OPINION]
viernes, 01 de julio de 2016 10:00
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La Eurocopa y Milan Piqué
Fuente de la Noticia:  
Peña Los Gayumbos
José Luis Cuenca Aladro
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Fue hace un par de semanas durante el transcurso de un almuerzo en el restaurante Tamara-Lorenzo del Paseo de la Habana de Madrid. Allí proyectamos y urdimos nuestro "plan maestro": el sábado 2 de julio estaríamos al mediodía en la ciudad portuaria de Burdeos con los nuestros. Con España. Partiríamos el día anterior desde

Riaza

después de haber dado buena cuenta de nuestras especialidades culinarias en alguno de los excelentes asadores o mesones de nuestra villa "alpina". Luego, un momentazo "relaxing cup de café" en "La Fonda" de Demetrio para de seguido poner rumbo a la capital de Guipúzcoa, San Sebastián. Cuatro seríamos los viajeros implicados: mi buen amigo el notario madrileño Miguel Mestanza, su hermano Felipe, el procurador Julio Tinaquero (natural de Santiuste de San Juan Bautista) y el que esto suscribe. Otros dos de los comensales, futboleros históricos como Paco Moreno Cariñena y José María Paz Casañé, se "rajaron" alegando que no veían nada claro que España superase antes el escollo de su partido con Italia en París...Pero sigamos con "nuestra hoja de ruta". Después de hacer noche en la bella Donostia nos pondríamos en ruta hacia la ciudad francesa de Burdeos apenas nos levantásemos de la cama, para llegar allí en poco más de 2 horas de viaje. A continuación nos acercaríamos hasta el hotel donde se hospedaba La Roja para saludar y animar a los nuestros, especialmente a Vicente del Bosque y al capitán Iker Casillas, y ya por la tarde, a las 6 en punto, estaríamos en el estadio del Girondins de Burdeos para asistir a nuestro partido de cuartos de final de la Eurocopa, previsiblemente frente a Alemania; y vuelta a casa al día siguiente con nuestro paso a semifinales en el bolsillo...Como verán y comprenderán, queridos paisanos, habíamos vendido la piel del oso (Italia) antes de cazarlo, y claro, todo nuestro proyecto vital se vino abajo el lunes pasado con la derrota inesperada sufrida en París ante los italianos. Tal era nuestra confianza (¡siempre positivos!) en la Selección, que ni por un momento habíamos contemplado ésa posibilidad (la susodicha y maldita derrota). En fin, que nuestro gozo en un pozo, vamos. Viaje suspendido, y lamentaciones por doquier. Nos tuvimos que conformar y reconfortar con ése dicho tan

riazano

de que las cosas, a veces, "son más bonitas pensarlas que hacerlas". Como verán, el que no se conforma es porque no quiere. Por cierto, ¡qué razón tenían Cariñena y Paz Casañé!

Vamos ahora, una vez relatada, no sin excéptica ironía, nuestra fallida excursión lúdico-deportiva a la región de los mejores vinos del mundo (la de los Château Lafite, Margaux o Latour), al objeto principal de mi artículo sin más dilación. Verán, amigos lectores del diario más independiente del panorama nacional que no es otro que éste en el que no por casualidad escribo: una vez transcurridas las primeras horas posteriores al "desastre de París" comencé a reponerme del disgusto y decepción que me supuso, como al resto de aficionados españoles, la eliminación de nuestra selección de fútbol...Sí, lo estaba superando poco a poco. Total, me decía, hemos sido los mejores del mundo durante muchos años seguidos y eso es algo irrepetible que nadie nos podrá quitar jamás. De repente, hete aquí que me veo otra vez sumido en una profunda depresión anímica, mucho más fuerte que la anterior, después de contemplar una fotografía por internet que muestra a Sakhira, la esposa de nuestro jugador internacional Gerard Piqué, en el Stade de France parisino sosteniendo entre sus brazos al hijo de ambos, al pequeño (casi un bebé) Milan, intentando consolarle en vano tras la debacle sufrida por el equipo del país donde juega su papá: España.

La imagen se me antoja descorazonadora. Tremendamente dolorosa, al menos para mí. Milan llora y llora de manera desconsolada, lo que significa que a pesar de su cortísima edad (acaba de cumplir 3 añitos) ha comprendido la dureza del momento que está viviendo in situ: su papá ha perdido. No ha ganado esta vez. Milan, que luce la misma camiseta blanca con rombos de no sé qué color (¿pero no habíamos quedado en que éramos "La Roja"?) que su padre, también se siente derrotado, pero sobre todo le duele la "caída" de su ídolo, el desmoronamiento de su progenitor, más que nada. Milan llora por y con su papá.

Me pongo en el lugar de Piqué, y en el de Milan pongo a mi nieto Pablo, también de 3 añitos...y siento verdaderos escalofríos. Una pena tremenda me invade al hacerme cargo de lo que ha tenido que significar para Piqué verse ante semejante trance. Ojalá todo hubiera cambiado en un instante. Pudo ser: el central de nuestra Selección y del Barcelona a punto estuvo de empatar el encuentro al final con un remate que salvó in extremis Buffon, el legendario arquero de los italianos, y que de haber entrado en la portería nos habría llevado a la prórroga y quién sabe si a la siguiente eliminatoria de cuartos de final...Milan lo habría disfrutado como su infantil candidez (inteligente y pura) bien lo merecía. Pero no, Piqué habrá tenido que emplearse a fondo con Milan. Yo lo tuve más fácil con "mi niño Pablo": en el momento que nos marcaron el segundo gol, me volví hacia él, vi que no se había percatado de la "tragedia" deportiva y, aunque abatido y roto como estaba, traté de disimular todo lo que pude para que mi nieto no se enterase de nada . Todo por no procurarle ni un sólo minuto de tristeza.

Gerard Piqué lo tenía más difícil en París, porque allí estaba Milan muy pendiente de sus evoluciones sobre el terreno de juego. Menos mal que Piqué tiene una cabeza muy bien amueblada, según parece, y habrá sabido encontrar la explicación más natural y oportuna para mitigar el enorme disgusto del pequeño Milan. Y seguro que le habrá expuesto con meridiana claridad que en la vida (larguísima) que le espera a él, a su hijo, no siempre ganará, a veces le tocará perder porque otros habrán hecho, en un momento dado, las cosas un poco mejor que él. Le habrá dicho también que un partido de fútbol, por muy importante que sea para la carrera de un deportista, nunca es transcendental para la vida interior, que lo importante es reconocer los méritos de los demás y tomar nota para otra ocasión; le habrá dicho que realmente todo consistió en que la pelota no quiso entrar para unos y sí para otros. Que no pasa nada, en definitiva. Espero que haya sido así y que Milan lo haya entendido (es tan pequeño) y deseo igualmente ver pronto una foto de Milan correteando feliz, muy feliz, por el jardín de su casa de la mano de su papá y de su mamá... tras una pelota. Me cuentan que salió del estadio con un balón al que pateaba con alegría. Lo celebro. Es un alivio. Al fin y al cabo, la mejor forma de hacer que los niños sean buenos (como decía Oscar Wilde) es hacerlos felices, y añado: siempre y en todo momento. La infancia, sin duda alguna, es la estación más maravillosa de nuestras vidas. Y Milan y Pablo, y todos los niños del mundo deberían de estar siempre felices.
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