Riaza Los Gayumbos desde 1990

Son ya muchos los años transcurridos desde aquellas primeras partidas organizadas por un grupo pequeño de amigos riazanos en las centenarias "instalaciones" de la que es, posiblemente, la mejor cafetería de la comarca: "Casa Demetrio", "El Café" o "La Fonda". A día de hoy la "maestría cafetera" de Marina, la esposa de Pepe, o la de "Josete", no tienen parangón. Como decía, debió ser a mediados de la década de los 80 del siglo pasado. Yo me incorporé más tarde: a principio del nuevo siglo en curso. No obstante, pasé antes por las "universidades musísticas" de Los Robles, La Trucha, Los Melgos o La Casona. Una ventaja, que he de reconocer definitiva para la suerte de mis contrarios.

Tal era mi "fama" por entonces (la fanfarronería ha de ser la primera característica del jugador de Mus, limitada, eso sí, al juego) en el arte y ciencia de este incomparable juego de naipes que, a propósito de un artículo mío en El Adelantado sobre la figura del genial torero de

Sepúlveda

, Victoriano de la Serna, don Juan Herrero "el de la Taurina de Segovia" me escribió un carta manuscrita felicitándome por el mismo, ya que él había sido gran amigo, seguidor y admirador del inventor del "pase de las flores". Sería el año 2005. Después contactámos telefónica y personalmente varias veces y salió a relucir nuestra pasión compartida por el juego del mus. Juanito "el de la Taurina" se proclamó en 1974 campeón del Mundo de mus oficial en campeonato celebrado en Madrid. Es el único español, junto a su pareja musística de entonces (don Antonio Lafuente) que puede presumir de tan altísimo galardón. La última vez quedamos en encontrarnos en

Segovia

, en su establecimiento junto a la Plaza Mayor para hablar de toros, de lo que se terciase (Juanito era un hombre cultísimo) y echar lo que hubiera sido una partida de mus inolvidable. No pudo ser, lo fuimos aplazando indefinidamente, y Juanito falleció en 2013 ¡a los 99 años de edad!. Él me hubiera ganado, seguro; como me "ganó" para siempre desde el mismo momento en que nos conocimos.

Pero regresemos a La Fonda de

Riaza

y a los amigos del Mus (un día compañeros y otro adversarios). Nos faltan algunos "grandes" que tenemos muy presentes... Jesús, Pablo, Juan y Josema. No hay parejas fijas de salida. El sorteo las va decidiendo según van concluyendo las partidas a tres juegos de cuarenta tantos. Una tarde puedes jugar en cuatro ocasiones o dos, según la hora en que te hayas incorporado. Al final de los más de veinte días juegas con todos los participantes en más de tres ocasiones. Los Serrano, Jaime, Ángel, Alfonso, Berzal, Santiago, Olivera, Jesús, Gonzalo, Rafa, Álvaro, Antonio, Sergio, José Antonio, Carlos, Siguero, Emilio, Héctor, David, Heras, Joserra, José Luis, Justo, yo mismo, y alguno más que se me queda en el tintero, tratamos de pasar un buen rato y, si se tercia: ganar. Y por cierto, este años hemos tenido dos nuevas incorporaciones Héctor y Sergio, dos jóvenes emprendedores empresariales "sobradamente preparados" para sus menesteres profesionales, y algo menos para la práctica del mus (no, no son unos "membrillos", pero casi), que han inyectado savia nueva a la pandilla. Se nota, se siente, que ambos son muy buena gente.

Sin ánimo de herir susceptibilidades, he de decir que nuestro grupo es bastante homogéneo en su estilo de juego. El ganador del verano en curso ha sido Antonio, El Serrano, que ha alcanzado la cuota mínima para puntuar (a partir de 60 partidas) con un porcentaje de victorias elevado, pero tampoco nada del otro mundo. El cencerro para el último clasificado no me parece que sea "justo" nombrarle y sacarlo a colación aquí y ahora. Hay un grupo de jugadores con un estilo de juego muy ortodoxo (¡muy aburrido!), entre los que citaría a Alfonso, Jaime, Olivera (el tesorero), Gonzalo, Rafa (¿dónde estará mi casco?), Antonio, Emilio, Héctor, Sergio (juega solo) o José Luis (se duerme). Los hay más heterodoxos (valientes y alegres), como Berzal (las mejores morcillas de Castilla), Ángel, Jesús, Siguero, Carlos, José Antonio, David (The plastic man), Heras, Joserra, Álvaro o Justo. La mezcla sabia de ortodoxia y heterodoxia es el camino a elegir por el jugador que se precie, o al menos es lo que yo creo y dice la Biblia del Mus, por cierto nunca escrita. No obstante, y en general, debo concluir diciendo que todo nuestro grupo está formado por buenos jugadores de mus, que progresan tan adecuada como lentamente (jejeje).

El fin de fiesta en La Romerosa fue lo mejor por la calidad humana de los asistentes, y también estética (Emilio, por ejemplo, nos sorprendió con una fina camisa blanca de lino, cuello "mao", a la más pura moda "adlib" ibicenca de los años 70). Mayor, si cabe, fue la calidad gastronómica que tuvimos el privilegio de degustar (nunca mejor dicho porque fue una degustación que rayó en la excelencia). Al final del opíparo almuerzo, regreso a La Fonda para disputar el campeonato final (esta vez con parejas fijas) por eliminatorias directas (como en la Copa de Europa de antaño). Las mesas repletas de jugadores y los vasos llenos de gintonics desbordantes (invitación de la casa, de Pepe). Se impuso (lo saben hasta en Australia) la pareja Justo-Cuenca que arrasó materialmente con un juego espectacular como no se recordaba por estos lares desde hace décadas. Acabaron con el cuadro de jugadores en un santiamén... de más de tres horas. El resultado de la finalísima lo dice todo: 4-0... y permítanme que por pudor ajeno me reserve el nombre de los adversarios (que informe, si quiere, la "Ser").

Pero, ¿qué clase de juego es el Mus?, se preguntarán algunos de ustedes ajenos al conocimiento más elemental del mismo. Son muchos los que se lo llevan preguntando generación tras generación elaborando teorías más o menos convincentes, basadas en las opiniones y experiencias de quienes han tenido el atrevimiento de pontificar sobre tan peliaguda cuestión. Se podría decir del Mus lo que San Agustín decía del tiempo: "si me lo preguntas no lo sé, si no me lo preguntas lo sé". En mi modesta opinión de "musolari experto", yo diría que el Mus es un deporte extraordinariamente completo en el que se ejercitan la resistencia física y la agilidad mental de modo sumamente armónico y equilibrado; pensemos, por ejemplo, en la concentración necesaria para culminar una partida a cuatro de cuarenta si se llega a alcanzar un resultado parcial desfavorable de 0 a 3. Por otro lado, los riazanos de cuna o adopción tenemos un fondo anarquizante que se refleja bastante bien en la actitud que cada cual tiene respecto a lo que cree ser la verdad última del juego.

El mus, amigos, es en definitiva un juego, todo un juego y nada más que un juego. Un juego noble para gentes muy, pero que muy inteligentes y dotadas de profunda penetración y estabilidad psicológica. Por ejemplo: cuando se pierde, cosa que les ocurre hasta a los mejores jugadores, la reacción ha de ser una sonrisa, que acompañará al convencimiento íntimo de que la derrota se debió a que los contrincantes tuvieron mejores cartas, y no al mal juego propio. Un buen musolari no se enfadará jamás consigo mismo ni, mucho menos, con su compañero. El Mus se inventó para pasarlo bien, así que, el que descubra que no lo pasa bien jugando al Mus, haga el favor de dedicarse a otra cosa urgentemente. Nada se pierde al Mus con los amigos, excepto el orgullo. Aunque ganar, como dice el chascarrillo, tiene que ser, es, placer de dioses. Perder, desde luego, "cabrea" mucho; pero repito, hay que disimularlo.

No hay cosa que me guste más que jugar al Mus con mis amigos de La Fonda. Incluso perdiendo. Nos vemos el próximo verano...si Dios lo quiere, claro.