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Uno de los aspectos más inquietantes del momento actual es el empobrecimiento de la vida espiritual de las gentes. Se hace cada vez más necesario el fomento de una forma de educación en valores que garantice un desarrollo cabal de la personalidad humana. Libertad y dignidad van unidas en el hombre. Toda persona consciente de su dignidad se ve instada a defender su libertad, y no sólo "la libertad de maniobra o movimiento", sino también, y sobre todo, la libertad interior. La libertad precisa de una conquista diaria. Sin embargo, la libertad, para ser valorada plenamente, ha de aceptar la verdad. En un mundo sin verdad, la libertad pierde toda su consistencia. El problema surge, por tanto, cuando el desconocimiento de la verdad hace que nuestra libertad personal pueda convertirse en una triste y patética demostración de "infamia cultural", muy impropia (aunque no tanto por lo que se ve) entre los seres humanos.

La reflexión que les acabo de exponer me la ha sugerido la declaración de intenciones que, en pleno uso de su libertad de expresión, hizo el popular monologuista, humorista y actor Dani Rovira en un programa de radio hace escasos días. No es la primera vez, ni será la última, que el señor Rovira arremete contra las corridas de toros, hasta el punto de decir que siente "vergüencita" de vivir en un país que maltrata a los animales. Dice, también, no entender que la tradición pueda justificar la perdurabilidad de la Tauromaquia. Desconoce Rovira que el secreto de los toros reside precisamente en que se trata de un espectáculo anacrónico muy puro, que nos trae el campo a la ciudad con su paisaje de encinas y de ríos, sus florecillas amarillas o moradas de la primavera. Más cosas dijo aún que no voy a rebatirle, por la sencilla razón de que me parece un error tratar de convencer con buenos argumentos a quien demuestra ser un indocumentado en todo lo que tiene que ver con el arte de Cúchares. Lo que si le echo en cara es su falta de tacto, su falta de civismo, que es la actitud esencial para la buena convivencia entre las personas. El civismo como expresión solidaria del amor propio, de la convivialidad, puede poner coto a los excesos fomentando el autodominio. Es lo que le ha faltado a Dani Rovira, pero nadie nace sabiendo autodominarse: hay que aprenderlo. Y Dani todavía no lo ha aprendido.

No obstante, y sin que sirva de precedente, si me gustaría decir, sin la menor acritud, que Rovira es un osado por expresarse tan a la ligera y porque sus palabras son tremendamente injustas para con todo el colectivo que conforma una de las profesiones más auténticas de cuantas existen: la de torero. Ha hecho, creo yo, el señor Rovira un mal uso de su libertad (en el caso que nos ocupa de expresión), algo que en los últimos tiempos parece reservado al progresismo más mediocre, a los que les da un subidón inesperado de autoestima personal incontrolable que, en realidad, no es otra cosa que soberbia y vanidad. El subidón le llegó a Dani Rovira cuando protagonizó el film (?) titulado "Ocho apellidos vascos"...un bodrio decepcionante, dicho sea de paso, pero que el marketing extremo convirtió en un rotundo éxito de taquilla en 2014. Un año después repitió la fórmula con "Ocho apellidos catalanes"...esta ya, patética del todo. Pero el caso es que al actor (?) malagueño, a Dani, le tocó algo así como el sorteo de "la primitiva". Pegó el pelotazo de su vida y se forró (hablando monetariamente), y ahora, entre rodaje y rodaje y presentaciones de premios Goya y eventos varios, se cree tener patente de corso para pontificar sobre temas que desconoce absolutamente, pero que él sabe que gozan de un caldo de cultivo crítico importante entre ciertos sectores de nuestra sociedad y medios de comunicación.

Decía el gran torero segoviano

Víctor Barrio

, que la Tauromaquia más que defenderla hay que enseñarla. Así es. Lo que pasa es que en el caso que nos ocupa sería inútil. No encuentro ni veo en Rovira el menor atisbo de interés por estudiar y asimilar la historia, vida y costumbres de una manifestación artística superior, como es la Fiesta Brava. Dani Rovira es, simplemente, el protagonista de media docena de películas muy malas. No le veo registros suficientes para la interpretación. Se repite constantemente, y sus "tics" y, a ratos, recurrente verborrea, empiezan a aburrir al personal. Por mucho que su rostro extraño y desfavorecido y su físico raro nos incite a la carcajada espontánea, la triste verdad (la verdad de las mentiras) es que Dani no tiene gracia ni es gracioso, vaya. A su lado, Pajares y Esteso son dos estrellas del celuloide. En la época dorada de nuestro cine, Dani no habría pasado de "extra" o "figurante". ¿De qué va este hombre? No se lo tenga tan creído, hombre... de verdad. No es nadie. Y no lo es ni para meterse en política ni para abanderar a los animalistas arremetiendo contra las corridas de toros. Lo que Dani realmente es, es un intolerante. Un buen representante de los "intolerantistas". No sea tan demagogo y dedique su tiempo libre, y el otro, a su "formación profesional y personal", que buena falta le hace. Respete a todo el mundo y empezará, entonces, a ser respetado.

Mire señor Rovira, yo me considero un gran aficionado al "séptimo arte". Me gusta el cine. Y mucho. Desde siempre. Pero de verdad, lo que usted ha hecho hasta el momento no es cine. La técnica empleada puede que sí, pero todo lo demás no, y yo también siento vergüenza de que en España se hagan "pelis" de tan poquita calidad como han sido hasta ahora todas en las que usted ha intervenido. Pero no por ello le voy a pedir que deje su profesión o voy a despotricar contra el cine en general. No, ni mucho menos. Lo que tengo claro es que jamás volveré a ver una más de sus películas. Porque entiendo, eso sí, que lo que usted hace es la excepción que confirma la regla de la grandeza de la cinematografía en general.

Me aburre, sinceramente, continuar con este artículo. Me cansa. Pero es que por el lado "animalista" que usted parece querer representar, tampoco va en la buena dirección. Desconoce por completo que el toro bravo es uno de los animales que mejor trato recibe por parte del hombre a lo largo de su existencia. En las fincas ganaderas en que se crían son atendidos a diario por personal especializado en sus cuidados. Viven en plena naturaleza y son alimentados con los mejores productos de ella, siempre bajo la supervisión de los mejores veterinarios del lugar de que se trate. Es más, en cualquier finca de ganado bravo hay otros animales que son indispensables para las tareas del campo...caballos, perros; según cual sea el resto de explotación, pueden haber cerdos, vacas de leche, ovejas, gallinas, etcétera. Todos ellos, como las reses bravas, son especies muy privilegiadas por disfrutar del hábitat natural en que se encuentran. Así pues, los ganaderos, los mayorales, los trabajadores del campo bravo, son muchísimo más "animalistas" que usted y que yo, señor Rovira. Y lo mismo le digo de los toreros. Si no fuese usted tan "borde" (es que lo parece, de verdad) señor Rivera, le invitaría a visitar cualquiera de las múltiples ganaderías de bravo existentes en nuestra piel de toro (nunca mejor dicho). Se quedaría usted anonado, sorprendido por lo que ve, aunque supongo que no lo ignora del todo y prefiere (equivocadamente) obviar la realidad persistiendo en su demagogo "postureo" antitaurino. Lástima. Allá usted consigo mismo. Al fin y al cabo, "Hay gente pa to", como dijo Rafael Guerra ("Guerrita") al filósofo Ortega y Gasset cuando le fue presentado en Madrid hace la tira de años.