Pedro Morales, presidente de la Federación de Pueblos de
Riaza
, pasa ante una vieja casa en venta en una de las calles de El Negredo. :: M. A. LÓPEZ Desde que sale de
Riaza
, la carretera SG-V-111 serpentea entre densas matas de robles en una sucesión de curvas que no cesa casi hasta
Alquité
, donde el terreno es algo menos abrupto, para volver a empinarse luego camino de Villacorta. La carretera llega hasta Santibáñez de
Ayllón
con un trazado igual de sinuoso, atravesando paisajes y parajes que dentro de apenas unos días estarán pintados con la sinfonía de colores que ofrecerán los árboles de hoja caduca, mezclados con los verdes perennes de las encinas y otras especies. Es la vía principal de comunicación de las pedanías de
Riaza
, la ruta de los pueblos amarillos, negros y rojos, destacados en esta Ruta del Color y afamados por su característica arquitectura tradicional realizada aprovechando las piedras y las arenas de la zona, la pizarra y las arcillas rojas, sobre todo, que les confieren su peculiar coloración. En el camino y a un lado están
Alquité
,
Martín Muñoz
de
Ayllón
,
Villacorta
,
Becerril
,
Madriguera
,
Serracín
,
El Muyo
y
El Negredo
, y algo más allá, en término de
Ayllón
, Santibáñez y Grado del Pico. Son los núcleos de la Sierra de
Ayllón
que piden auxilio, que reclaman que se cumplan los planes.
Los pueblos resisten al olvido y el abandono. Como sus vecinos, los pocos empadronados que viven en ellos y los que, cada fin de semana y en verano, llegan a multiplicar por diez la población. Pero las casas, los pueblos, se están cayendo. Los muros se tumban poco a poco y al final se desploman. Y volver a levantarlos es toda una odisea, más jurídica que económica en muchos casos. Hay planes de las administraciones para frenar la ruina, proteger y recuperar la arquitectura popular, pero las ayudas reales no llegan. Y los pueblos, los vecinos que quedan, han comenzado a reaccionar, piden ayuda y expresan sus quejas; mantienen la esperanza de que el futuro es posible en esta comarca nordeste del nordeste de Segovia. Una señal es el regreso paulatino de los fines de semana, cuando vuelven a los pueblos los descendientes del éxodo de hace 40 años; que van arreglando algunas casas. Y otra el éxito de los establecimientos de turismo rural y el aumento de los visitantes atraídos por la riqueza natural, la tranquilidad y el paisaje. Lo que falta, ayudas a la rehabilitación y servicios básicos como el agua o una red de comunicaciones suficiente, tiene que llegar de fuera, de los ayuntamientos de
Riaza
y
Ayllón
, de la Diputación Provincial, de la Junta de Castilla y León...
Los pueblos son hermosos, ancestrales. A pesar de la desidia y el abandono, guardan la tipología de antaño, con sus calles sin pavimentar, los suelos de pizarra y canchales, con el color predominante en las paredes de las casas bajas y los muros de las antiguas tenadas, ahora vacías.
Pasear por las calles sin pavimentar de
El Negredo
, pisar la hierba y las piedras, es un placer en otoño y hasta en invierno, sobre la nieve. Se respira paz. Pero el alma se le puede caer a uno a los pies al ver las piedras rojas y negras de las casas derrumbadas, las vigas de vieja madera entrelazadas en medio de los escombros.
Quien así piensa es Pedro Morales, empadronado en el pueblo y presidente desde hace algo más de seis años de la Federación de Pueblos de
Riaza
, desde la que mantiene un contacto frecuente con el Ayuntamiento, con la Diputación, con la Delegación de la Junta y con los responsables del Plan Regional de Protección Territorial de la Arquitectura Tradicional de la Sierra de Ayllón. Al frente de este plan está el catedrático de Urbanismo Félix de Benito, también conocido en la capital porque, entre 1982 y 1986, fue concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de
Segovia
que presidió el socialista Miguel Ángel Trapero.
Patrimonio edificado En la orden publicada en el Boletín Oficial de Castilla y León el 9 de enero de 2009 que aprobó el documento de referencia para la evaluación del Plan queda muy claro cuál es su objeto. El segundo párrafo dice textualmente que es «la rehabilitación física y económica del patrimonio cultural y del paisaje natural a través de una ordenación física y una normativa de protección y catalogación del territorio y del patrimonio edificado».
Eso es lo que reclaman los habitantes de la zona, alrededor de un centenar en el conjunto de los ocho pueblos de
Riaza
, aunque el número se multiplica por diez en verano y los fines de semana. Y es lo que apuntaba Pedro Morales en uno de sus frecuentes correos en mayo de este año, en el que alertaba de un posible hundimiento más en
El Negredo
: «Sería necesario, y supongo que así será, que los responsables que tienen la autoridad y la capacidad jurídica al respecto actúen en estos asuntos, ya no tanto desde el plano de la conservación arquitectónica, cosa improbable por el paso del tiempo y la tardanza en la toma de decisiones, sino por el problema de seguridad que está latente y del abandono manifiesto de sus propietarios y por extensión de la administración correspondiente».
En la actualidad son los vecinos los que han recuperado algunos edificios públicos a través de las asociaciones de los pueblos, como el consultorio médico y la antigua escuela de
El Negredo
, convertida en centro social. Otros han arreglado sus viviendas como residencia de verano, pero la mayoría de las casas en ruinas siguen igual, mientras otras están a punto de arruinarse por problemas de medianerías y de la falta de mediación que facilite recuperarlas.
Ayudas y control Pedro Morales comenta durante un paseo por las calles arruinadas de
El Negredo
que «cualquiera que tenga un poco de amor propio y sea de la administración que sea ve que esta situación va en contra de sus propios intereses económicos». El presidente de la Federación de Pueblos de
Riaza
cree firmemente que «el estado de todos estos vestigios de los que nadie se preocupa trasciende a lo que es el tema particular, porque el particular piensa qué puedo hacer con mi ruina y sabe que tiene que meter dinero, pero como tampoco hay apoyo institucional se produce la desidia. Son pueblos que se pasan seis meses sin gente y donde no hay servicios, y luego se ha producido aquí siempre el problema de los deslinderos, de las medianerías, cuando se hunde un muro y tira el de al lado; se han dado casos y cuando al Ayuntamiento de
Riaza
le pides que mire esa situación pasa absolutamente, con lo que la única salida es plantear un pleito civil».
La conclusión es obvia: «El problema de los pueblos negros y, en menor medida, de
Villacorta
y
Madriguera
, es que abundan las ruinas». El caso de
El Negredo
es el más sangrante,
Serracín
está hundido en la mayor parte, y
Becerril
, que tiene mucho atractivo al estar al pie de la sierra, está en una situación parecida. «El único que levanta un poco el vuelo es
El Muyo
, donde podemos ver una serie de construcciones nuevas, pero hay una falta de implicación de los técnicos en cuanto a que las estructuras de cubiertas y la tipología mantengan un ornato; si son catalogados porque tienen una arquitectura singular y hay que preservarlos, como defiende el arquitecto Félix de Benito, es obvio que hacen falta ayudas y control», advierte Morales.
No es un problema económico, o no tanto. Estamos en
Becerril
y enfrente hay una casa hundida que Pedro señala mientras el viento hace tañer las campanas de la iglesia. «Si el Ayuntamiento de
Riaza
media en esa propiedad y los propietarios no se ponen de acuerdo tiene que actuar la administración municipal con los instrumentos que le otorga la Ley de Régimen Local. ¿Para qué? Pues para que lo limpien y lo preserven del hundimiento, para que lo pongan en valor. O para que facilite que la gente pueda comprarlo, porque hay mucha gente interesada en comprar en estos pueblos».
Confianza Estos pueblos tienen vida, y pueden tener mucha más. Morales afirma que «no nos queda otra que mantener la esperanza» y recuerda que en verano viven en los pueblos mil o mil doscientas personas: «Todas sus compras revierten en
Riaza
, y no creo que sea para despreciar. Y en otoño hay otras posibilidades, hay caza y cazadores, hay una ordenación micológica importante que atrae a mucha gente, podría haber senderismo porque se han marcado rutas pero hay que promocionarlas, hay muchas cosas que se pueden hacer...».
¿Qué falta? El impulso de las administraciones y se cumplan los planes previstos. Y también que haya alguien que pueda capitanear todo esto. «En la Federación somos los primeros interesados porque, si no, no tendría sentido poner de manifiesto todas estas cuestiones, pero eso no quiere decir que seamos arribistas y que queramos hacerlo nosotros; creemos que la iniciativa debería ser del Ayuntamiento».
No obstante, Morales recuerda que han planteado que se podría hacer una ruta del románico, porque hay nueve iglesias en los ocho pueblos, además de la ermita de
Hontanares
, aunque primero habría que facilitar el acceso a los templos. «Sería un foco de riqueza, como lo está siendo el turismo rural y los alojamientos».
En
Becerril
lleva funcionando una casa rural desde hace tres años; en
Villacorta
, cada temporada gana prestigio la posada real del Molino de la Ferrería; en
Madriguera
hay una casa rural y otro establecimiento de apartamentos, en
El Muyo
, otras dos, en
El Negredo
un restaurante... «Actividad sí hay, y si encontramos los apoyos, igual que hay gente que ha apostado por este tipo de establecimientos y ha invertido dinero, podría haber muchas otras cosas. Pero también hay quien ha venido, se ha enamorado de la zona y ha construido o arreglado una casa, y cuando la ha hecho se ha dado cuenta de que está sin agua, de que las calles están mal o de que está solo», concluye Pedro Morales.
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