Un vecino de la localidad, Luis María Martínez, aporta nuevos datos sobre la desaparición de las colectas de la parroquia en base a la versión que le explicó José Quintana sobre el suceso.
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Plaza Mayor de
Riaza
, con el Ayuntamiento en primer término y la iglesia a la derecha, en una imagen de archivo. / E.A.“Si me he decidido a hablar es para dar a conocer la versión de José Quintana e intentar aclarar lo sucedido”, dice, a modo de testimonio, Luis María Martínez, un vasco afincado en
Riaza
hace tres décadas que conoció al presunto sacerdote expulsado de la villa tras una denuncia presentada por el robo de varias colectas de la parroquia. “Yo no puedo asegurar que lo que me dijo fuera verdad, yo no pongo la mano en el fuego por él, pero sí se que lo que me dijo tenía lógica”, agrega Martínez, que no comprende las razones por las que el obispo de
Segovia
, Ángel Rubio, “la persona que mejor conoce este asunto”, no explica todo lo que pasó “y acaba con las habladurías que corren por Riaza".
Quintana no tenía vehículo en propiedad y, por ello, se veía obligado a recurrir a un conductor voluntario para que lo trasladara a los pueblos donde debía oficiar eucaristías. En una ocasión, a inicios de diciembre, ese conductor no pudo cumplir tal labor y la esposa de Martínez se brindó a suplirle. En esa circunstancia se conocieron Quintana y Martínez. Desde el primer momento, Martínez se dio cuenta de que Quintana no estaba pasando un buen momento y que “necesitaba hablar”. Se citaron en un bar (Casa Quemada). “Se puso a llorar, estaba hundido”. Quintana puso encima de la mesa la declaración que acababa de realizar ante la Guardia Civil a raíz de la denuncia presentada por el robo de las colectas y quiso exponer a su interlocutor su versión.
“Quintana me dijo que cuando el párroco [Javier Martín] descubrió que faltaban las colectas, le inquirió a él, delante de un grupo de señoras, de modo acusatorio”, recuerda ahora Martínez que, siguiendo con el relato del nicaragüense, afirma que éste último optó en ese momento por no enfrentarse con el sacerdote en presencia de las feligresas, para no causar mayor alboroto.
El párroco y su colaborador vivían en la Casa Parroquial de
Riaza
, aunque en dos viviendas diferentes. El hecho de que los dos dispusieran de todas las llaves del edificio convirtió a Quintana en el principal sospechoso del robo, acaecido precisamente durante la ausencia del párroco, a causa de unos ejercicios espirituales.
Quintana reconoció ante la Guardia Civil que, efectivamente, el día de autos él entró en la vivienda de Martín, argumentando tal hecho en que en la suya estaban haciendo obras unos carpinteros, y no podía atender allí a los feligreses. Quintana declaró que, además de él, en la vivienda del párroco entraron otras tres personas: un sacerdote, un amigo suyo de Barcelona y una encuestadora. “Cuando la Guardia Civil le preguntó si alguna de esas personas se había quedado sola en la vivienda durante la visita, él contestó que la encuestadora, ya que él tuvo que ir a atender un momento a los carpinteros”, relata Martínez.
En el momento de contar su declaración a la Guardia Civil, Quintana, abatido por la situación, aseguró a estar dispuesto “a buscar 600 euros y entregarlos”, con tal de cerrar la cuestión, un planteamiento al que objetó Martínez: “Si haces eso, estás dando a entender que fuiste tú quien se llevó el dinero”.
A medida que los dos tertulianos iban ganándose la confianza uno del otro, Quintana comentó su historia antes de llegar a
Riaza
, dijo que él era religioso franciscano, y que si había recalado en España era por ofrecimiento de su obispo de Nicaragua, al que previamente solicitaron desde España “obreros para la mies”.
En los días siguientes a esta larga conversación entre Quintana y Martínez, el obispo de
Segovia
visitó en dos ocasiones
Riaza
, con motivo de un encuentro de jóvenes, hablando en ambas con el nicaragüense.
Poco después, Quintana y Martínez volvieron a coincidir. “Me dijo entonces que el obispo le había ofrecido tres posibilidades: ir destinado a otro pueblo de
Segovia
, cambiar de diócesis o volver a Nicaragua, aceptando una cláusula de su contrato por la que, si no se adaptaba a España, podría regresar a América”. Sea cual fuere la decisión que tomó, el caso es que desapareció de Riaza. Y no se ha vuelto a saber de él.
Mientras, en
Riaza
, y según manifiesta su alcalde,
Benjamín Cerezo
, dos dudas rondan a los vecinos. ¿Era sacerdote Quintana?, ¿tienen validez los sacramentos que impartió?. Fuentes bien informadas han asegurado a esta Redacción que, en su estancia en
Riaza
—poco más de dos meses—, no ofició ni bautizos ni bodas, y solo un entierro, el de la esposa de José María Cuevas.
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