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[OPINION]
sábado, 24 de septiembre de 2016 10:00
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Aquí, Fresno de Cantespino...
Fuente de la Noticia:  
Peña Los Gayumbos
José Luis Cuenca Aladro
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Corría el año 1960 del pasado siglo... El rey Balduino de Bélgica contrae matrimonio con la condesa española Fabiola de Mora y Aragón. Un terremoto de extraordinaria violencia y gran intensidad al sur de Marruecos, en la ciudad de Agadir, causa doce mil muertos. Los Juegos Olímpicos se celebran en Roma. En la plaza de toros de Madrid, el maestro de Ronda, Antonio Ordoñez, obtiene un triunfo histórico al cortar las dos orejas del toro "Balilarga" perteneciente a la ganadería de Atanasio Fernández tras colosal faena. El Real Madrid consigue en Glasgow su quinta Copa de Europa consecutiva. El joven reformista John F. Kennedy gana las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos.

En España, el domingo 12 de octubre de ése mismo año se abre la veda de caza menor. El día anterior, en

Riaza

, donde acabamos de llegar parte de la familia procedente de Madrid, mi padre prepara con su rutina tradicional todo lo necesario para el día siguiente: la escopeta, los cartuchos, la canana, el morral...Lo hace, como siempre, con su proverbial entusiasmo y su paciencia contagiosa. Yo, un niño casi adolescente, le contempló boquiabierto y admirado. "Acércate hasta la carpinería de Feliciano, y si él mañana no va a salir de caza díle que si nos puede dejar a Carola", me dice. "Carola" es la perrita drahthaar de pelo duro y corto con el rabito recortado de Feliciano y sus hijos. "Mañana -prosigue mi padre- te voy a llevar a un sitio que nos has estado nunca y que te va a gustar mucho". La emoción invade todo mi ser. Me acerco hasta el taller de carpintería de la familia Rico, a dos pasos de casa, y allí está "Carola", confortablemente acomodada entre las virutas depositadas sobre el suelo del amplio local, que me reconoce y saluda muy contenta al instante..."Te la puedes llevar cuando quieras, chaval", me dice el bueno de Feliciano al tiempo que apura y aparta de sus labios su sempiterno cigarrillo liado a mano. "No se preocupe, ahora la daré de cenar y dormirá en mi habitación". Apenas puedo conciliar el sueño.

Son más de las nueve de la mañana del domingo y mi padre no me ha avisado todavía. Al rato, pasa a mi habitación y me dice: "La mañana es muy calurosa. Mejor salimos por la tarde, después de comer". Creo que ha entrado un par de horas antes y al verme tan profundamente dormido ha preferido no despertarme tan temprano y aplazar nuestra salida al campo. A eso de las 4,30 de la tarde ya estamos en ése paraje desconocido para mí, a escasos quince minutos de

Riaza

, en dirección a Fresno de Cantespino. Dejamos el coche en lo alto del montecillo que da vista a Pajares y comenzamos la faena. Enseguida la "Carola" se pica y se para. Saltan las primeras perdices, lejanas, sin opción al disparo. Yo camino al lado y detrás de mi padre llevando su canana muy orgulloso y el pequeño morralito. Él porta su nueva y preciosa escopeta Sarasqueta de dos caños muy largos, calibre 16. Caminamos a media ladera por encima de la vega de Pajares en dirección a Corral de Ayllón. Ahora sí, pim, pam, dos disparos espaciados y un "doblete" espectacular. Dos piezas soberbias al colgador. Estoy entusiasmado. Mi padre dichoso por mí. El sol se va escondiendo y mi "maestro" de la vida y de todo decide que nos acercaremos hasta

Fresno de Cantespino

para que yo lo conozca. Ya empieza a anochecer cuando llegamos a su Plaza Mayor. Me impresiona la luz que ilumina la misma que no es otra que la que produce la energía natural de una luna llena imponente que asoma en lo alto del cielo tras la Iglesia de San Nicolás de Bari. Mi padre, que me ve ensimismado ante la contemplación del efecto "lunático", se inventa una leyenda misteriosa (una especie de cuento fantástico) sucedida en las escalinatas que dan acceso a la Iglesia parroquial, que me deja hipnotizado del todo. ¡Qué día de disfrute total! Regresamos a casa a tiempo de la cena muy contentos. Mi padre me sigue contando hechos y sucedidos de sus jornadas cazadoras por Fresno, Ribota, Cincovillas, Aldíñigo o Gomeznarro. Yo le escucho absorto. Mi madre nos mira y sonríe feliz.

Aquel día fue mi primer contacto con las tierras fresnenses; después, y durante muchos años, las salidas al campo por esos lugares del nordeste de la Castilla más adusta y cereal, han sido constantes. Ni una sola temporada he dejado de frecuentar la hidalga e histórica viilla de Fresno, donde conservo y tengo muy buenos amigos. Su naturaleza, sus perdices autóctonas y salvajes (escasas, pero de las que ya no queda a día de hoy ninguna similar por otros lugares), sus arroyos, conforman un "mix" de flora y fauna singular y difícilmente descriptible por sus múltiples variantes paisajísticas, constituyen un regalo para la vista y el espíritu más exigente.

Las gentes de Fresno, sus pobladores, aunque escasos en la actualidad, son personas muy puras. Muy de verdad, vamos. Su historia también. ¡Y vaya Historia! Sí, porque los orígenes de

Fresno de Cantespino

se pierden en la noche de los tiempos. Los siglos la llaman. Pero sigue fiel a sí misma. Sus límites pueden modificarse sin que por ello cambien el relieve, el clíma, su paisaje que la marca de manera indefinida. Componen su municipio pueblos que, en el transcurso de los siglos, se han visto sometidos a las más varias adversidades, pero a quienes el fluir de los acontecimientos no ha hecho otra cosa que fortalecerles; por lo que el pasado, el presente y el porvenir les va a hacer una sociedad indisoluble. Ya lo es.

Fresno de Cantespino y sus regidores, tienen a su cargo (y así lo han hecho siempre) velar por el legado de su herencia de ayer, sus intereses de hoy y sus esperanzas de mañana. Ahora acaban de celebrar sus Fiestas Patronales del Santo Cristo de la Cerca, volcadas como siempre en procurar el mayor divertimento para los más jóvenes: los niños. Esos "locos bajitos", como canta Serrat, que cada día nos enseñan más cosas a los mayores.

El centro neurálgico de la villa es su espléndida y bella Plaza Mayor con el edificio del ayuntamiento presidiéndola y su escudo municipal que data de 1949. Está compuesto por varios elementos: un árbol espinoso arrancado con tantas ramas como aldeas, o "sexmos", componían el municipio cuando fue creado; dos leones rampantes que le sostienen y sujetan, y la corona real como remate, la que usara el Rey Alfonso VII "El Emperador" (según relata en su magnífico libro "Fresno de Cantespino, Pueblo, Condado, Villa y Comunidad" el historiador don Teodoro García, que fuera también Secretario del Ayuntamiento de Fresno durante años).

La actividad lúdica de los habitantes de Fresno, como digo, gira alrededor de la Plaza, del consistorio municipal, de la Iglesia... del restaurante-bar "Cantespino", donde sus vecinos y visitantes disponen de menús variados y unas tapas a la altura de las mejores del país, como puedan ser las de Madrid, Bilbao, San Sebastián o Logroño (dicho sea sin exagerar-exagerando); sus afamadísimas "patatas bravas" son de una calidad superior; los "Calines-Brothers" + IVA les atenderán en la barra, salón comedor o terraza, al tiempo que les ofrecerán lo mejor de sus fogones, de nuestra gastronomía castellana, o lo que es lo mismo, de la cocina internacional. Unos metros más abajo está el bar y restaurante "Las Cubas", todo un clásico; allí, Dorín y familia, tienen la "patente" de las mejores codornices estofadas con salsa guarnicionera (están para chuparse los dedos) que he probado nunca; una fórmula, por cierto, que sólo Dorín y su hermana conocen y que heredaron de sus padres; no dejen de probar su magnífico cordero asado o sus sabrosísimas chuletillas de lechal. También en la urbanización Prado Pinilla, el restaurante del mismo nombre ofrece menús y "carta" amplia y diversa, con unos postres "de autor", caseros, con la calidad como primer mandamiento de su labor hostelera-gastronómica. Vamos, que en Fresno no les falta de nada, como pueden comprobar.

Fresno de Cantespino, lugar entrañable donde los haya, a 13 Km. por la Nacional-110 del principal núcleo de población y veraneo del nordeste segoviano que no es otro que la villa "piamontesa"de Riaza. De tradición "alfarera", agrícola y ganadera. Con alcalde (ahora también diputado provincial) de longeva y fructífera trayectoria (Rafael Fernández Martín cumplirá 30 años al frente del municipio en 2017), al que solo le falta "dar toros" en las fiestas de su pueblo para redondear el ciclo de su virtuosa gestión municipal, poniendo a Fresno en el mapa taurino español. Todo se andará.

En definitiva, yo..., ¿qué quieren ustedes que les diga? Me declaro y siento, humildemente, un fresnense más. Y, volviendo al inicio de mi artículo, he de decir que todo, todo, todo, se lo debo a él, a mi padre, a mi papá, cuando hace más de cincuenta años me dijo aquello de..."Mañana te voy a llevar a un sitio que nos has estado nunca y que te va a gustar mucho". ¡Y vaya si me gustó!
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