Me solía contar mi padre, mi maestro de la vida y de todo, la emoción que supuso para él, siendo muy joven, asistir al debut (1935) como novillero de Manuel Rodríguez "Manolete" en la antigua y desaparecida Plaza de Toros de Tetuán de las Victorias, muy próxima a su domicilio madrileño. Y también años más tarde, en 1939, a la su confirmación de alternativa en Las Ventas. Me describía muy expresivamente la que debió ser su mejor faena en Madrid (1944) al toro "Ratón" de la ganadería portuguesa de Pinto Barreiros, o la gran tarde que deparó el maestro cordobés en la corrida de Beneficencia de julio de 1947, igualmente en Las Ventas, justo un mes antes de que el toro "Islero", de Miura, le cogiese trágicamente en Linares el 29 de agosto. La desaparición de "Manolete" afectó profundamente a mi padre. Tardó varios meses en volver a presenciar una corrida de toros. Después, retomó su gran afición, nos la inculcó a mis hermanos y a mí, y junto a él hemos disfrutado enormemente de la Fiesta "más culta del mundo" durante muchos años.
Cuando ocurrió el suceso de Teruel el pasado verano, y
Víctor Barrio
se nos fue, me acordé de mi padre, de lo mal que debió sentirse con lo de "Manolete" en el 47. Con lo de
Víctor Barrio
, a todos sus amigos, seguidores y aficionados cabales se nos rompió el alma en mil pedazos. No he querido desplazarme hasta Valdemorillo después de tantos años de acudir a "La Candelaria", sin techar o techada, a presenciar la feria de San Blas de esta temporada. ¿Para qué, si no está Víctor?, me dije. Valdemorillo era, como tantas otras, "su plaza" por excelencia porque (y valga la redundancia) la excelencia de su Tauromaquia y de su pasión torera se paseó y conquistó siempre a la muy entendida afición valdemorillense-madrileña.
Acabo de ver unas imágenes de los familiares de Víctor descubriendo un azulejo a su memoria en "La Candelaria". Se me ha puesto la piel de gallina. Como digo, no acudí el pasado fin de semana a Valdemorillo, pero sí que estuve con él, con Víctor. Mi particular homenaje consistió en sentarme frente al televisor justo a la hora en que comenzaba el primer festejo de Valdemorillo, no para ver su retransmisión, sino para reproducir en mi pantalla la grabación de la corrida completa de toros celebrada en ésa misma plaza el 8 de febrero de 2015. Igual que hace dos años, cuando estuve allí, me he emocionado con sus dos faenas y las he jaleado. ¡Qué pedazo de torero! De aquella tarde gloriosa de Víctor di fé en estas páginas con un artículo que escribí entonces y que les vuelvo a ofrecer a ustedes. Llevaba por titulo: "La gran tarde de Víctor", y decía así:
"La gran tarde de nuestro paisano
Víctor Barrio
en la plaza de toros de Valdemorillo el domingo 8 de febrero de 2015 no es otra cosa que la "crónica de un triunfo anunciado" (relean mi artículo anterior en estas mismas páginas, "Víctor Barrio a las puertas de Madrid"). El "pleno al 15" de mi pronóstico, sin embargo, carece de mérito porque se veía venir. Y me explico. He seguido con mucho interés la trayectoria del torero de Grajera desde sus inicios juveniles por las capeas ("el toro de los mozos") de las plazas de
Riaza
y
Sepúlveda
en época de fiestas, su debut como becerrista, como novillero sin y con caballos después, hasta el día de hoy, ya convertido, desde 2012, en flamante matador de toros. Es por esto, por lo que digo que carece de valor mi apuesta por Víctor en Valdemorillo. Y esto es así por la sencilla razón de que tengo la ventaja, sobre otros aficionados, de conocer de manera intensa y continuada los valores artísticos y la competencia de
Víctor Barrio
para ejercer la profesión más difícil del mundo. Hay otros muchos que, como yo, también disfrutan de esa ventaja, pero prefiero no nombrarles por si acaso me dejo en el tintero el nombre de alguno de ellos. Pero por ahí andan: son aficionados a los toros muy cabales que han paladeado muchas veces el sabor del toreo grande de Víctor en muchas plazas. El domingo me encontré con muchos de ellos en los aledaños de la plaza de toros de "La Candelaria"... grajeranos, sepulvedanos, riazanos, ayllonenses, segovianos de la capital, madrileños. En Valdemorillo, sí, donde Víctor, ya ha impartido dos "clases magistrales" del arte de Cúchares. La primera en febrero de 2012 como novillero (¡cinco orejas!) y la segunda, como matador de toros, el último domingo ¡tres orejas!). Dos Puertas Grandes, pero que muy grandes. Dos auténticos aldabonazos a las puertas de Madrid.
Víctor Barrio se presentó en el coso de Valdemorillo impecablemente vestido con un traje grana y oro, su color preferido, sinónimo de la valentía torera. Y salió a por todas desde el primer instante. Estuvo "cumbre" en sus dos toros. Con el malo y con el bueno. Porque un auténtico "regalito" fue su primero, tercero en el orden de lidia; un ejemplar destartalado de hechuras, manso, descastado, peligroso y, posiblemente, reparado de la vista. Víctor estuvo muy firme con él y se pegó un arrimón de padre y muy señor mío sacando al burel pases imposibles. Como le remató con una media estocada en todo lo alto que hizo rodar al toro sin puntilla, se le concedió una oreja de mucho peso que paseó en triunfal vuelta al ruedo. Si importante estuvo en su primero, en el tercero, el mejor ejemplar de la tarde, el torero del nordeste segoviano bordó el toreo destapando el tarro de sus aromas y esencias taurómacas. Levantó al respetable público de sus asientos al recibir a "Cachondito" a portagayola con cuatro afarolados consecutivos sin enmendarse lo más mínimo. Víctor y su cuadrilla cuidaron de la res en la suerte de varas y banderillas con mucho mimo. Y Víctor, muleta en mano, nos regaló series por ambos lados de su antología más auténtica. Temple, mando, naturalidad, estética y valor. Un valor por cierto, el de Víctor, que es sin duda alguna producto de una fortísima mentalización. Derechazos largos, pases de pecho que eran carteles de toros. Toda su Tauromaquia la interpretaba Víctor con parsimonia, caminando majestuoso, ejecutando con alma. Estocada entera ligeramente desprendida y el delirio en las gradas, casi llenas, del coso valdemorillense. Dos orejas y vuelta al ruedo al de Cebada Gago. Felicitaciones de su cuadrilla y de sus compañeros de cartel. Emocionante su abrazo con su compadre y amigo, el también matador de toros Esaú Fernández y apoteósica salida a hombros por la Puerta Grande.
Cuando abandono la plaza para recoger el coche y regresar a Madrid, veo a Víctor a lo lejos disfrutando de la gloria del triunfo. Firma autógrafos, se hace fotos con los aficionados al tiempo que recibe abrazos y parabienes con su proverbial y sincera cercanía. Ya en el aparcamiento, justo enfrente de la plaza de toros, un turista británico que había presenciado la corrida me pregunta por la dirección correcta para ir hasta Pozuelo de Alarcón. Como pude, y en mi inglés macarrónico, se lo indico, al tiempo que le pregunto que le había parecido la corrida. "It was magnificent, and
Víctor Barrio
¡phenomenal!" (Ha sido magnífico y VB fenomenal), me dice. "Yes, you sure knows, my friend. Bye, bye" (Sí, usted si que sabe, amigo mío. Adiós), le replico como despedida.
Lo normal es que este aldabonazo que Víctor ha pegado en "La Candelaria" le sirva de mucho. Además de las invitaciones que le lloverán para acudir a los tentaderos de las principales ganaderías del país, yo espero que el "bombazo" de VB se traduzca en verse "acartelado" en las ferias de postín que aún no han terminado de confeccionar sus programaciones. Y luego, corrida a corrida ("partido a partido") para ir sumando más compromisos.
Una fecha por tanto, la del domingo 8 de febrero de 2015, para no olvidar. Una tarde de toros para enmarcar y tener muy en cuenta; porque el sacrificio, esfuerzo y pundonor de Víctor es un ejemplo que se puede extrapolar a todo y a todos de manera transversal. Querer es poder. Y Víctor ha podido con todo. Su secreto estuvo en manifestarse de una forma completamente distinta a como lo hacen los demás. No ha vuelto, como dicen algunos, porque nunca se fue. Él estaba ahí. "Simplemente (como le gusta decir al propio Víctor) me habían olvidado". Tampoco hay "revelación" ni "renacimiento" ni "suceso" ni "sorpresa", como escriben otros. Todo era muy previsible dada la categoría de la persona y el personaje. Y ya está aquí Víctor, dispuesto a "revolucionar" (en el mejor sentido de la palabra, el más positivo) nuestra languidicente Fiesta Nacional. De momento, y en tanto en cuanto no se celebren más corridas,
Víctor Barrio
es a día de hoy el número uno del escalafón taurino. ¡Ahí queda eso!
Y acabo ya. En carta desde Burgos a su amigo Scott Fitgerald, escribió Ernest Hemingway lo que sigue: "Para mí, el paraíso es una plaza de toros bien grande, en la que graciosamente me han reservado a perpetuidad dos buenas localidades". El domingo pasado, el paraíso (terrenal) estuvo en la plaza de toros de Valdemorillo."
Así concluía mi artículo. A día de hoy, queridos lectores, el Paraíso, el Edén, la Gloria, es el domicilio de Víctor Barrio. Su familia, sus amigos y los aficionados a los toros no le olvidamos. Él lo dio todo por la Fiesta. La dignificó como pocos. Igual que "Manolete". Lo mismo que otros grandes toreros. La Fiesta Brava, los Toros (la única cosa seria que queda en el mundo) le deben mucho.
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