Esta tarde, a las ocho y media, se inaugura en
Sepúlveda
, en el edificio del Reloj, la exposición fotográfica ‘Víctor Barrio. In Memoriam’, obra del fotógrafo madrileño Roberto Ferrero, que en su día captó los mejores lances que el torero, fallecido el pasado 9 de julio, exhibió en las plazas de Las Ventas y Valdemorillo. Se trata de una selección de veintisiete fotografías que reflejan todas las cualidades y virtudes que Barrio atesoraba, como profesional de la tauromaquia y como persona. Sensibilidad, tauromaquia y sentimientos están en cada una de las instantáneas. La exposición llega en un momento muy especial, porque el próximo lunes, último día que podrá visitarse, Víctor hubiera cumplido treinta años.
«Todas las fotografías de la exposición son de Las Ventas y Valdemorillo, excepto un retrato realizado en una finca de Segovia. Barrio obtuvo un éxito rotundo en Valdemorillo, en la feria de 2015, y tuvo buenas actuaciones en Las Ventas. En principio, pensé contar con algún compañero que aportara fotografías de Víctor en otras plazas, pero la mayoría de los fotógrafos que conozco solo tenían de Valdemorillo y Madrid, así que me aventuré yo solo», explica Roberto Ferrero (San Sebastián de los Reyes, 1973).
El fotógrafo llevaba tiempo dando vueltas a la idea de organizar una exposición en
Sepúlveda
, un lugar que le fascina, pero la inesperada muerte de Barrio precipitó los acontecimientos: «Cuando descubrí
Sepúlveda
, me enamoré del pueblo. Allí conocí a los tíos de Víctor, y, a raíz de la tragedia, he conocido a Raquel, su esposa, a Esther, su madre, y al resto de la familia. El mismo día que ocurrió lo que ocurrió empezó a fraguarse todo, y ya solo pensé en dedicarle la exposición, hacer un monográfico de Víctor Barrio».
Ferrero tiene grabada a fuego la exitosa tarde de 2015 en Valdemorillo. Él estaba allí, con su cámara, para inmortalizar la extraordinaria faena del matador segoviano. «Recuerdo que llegué a hablar con él, en el patio de cuadrillas. Intercambiamos alguna impresión, estuvimos hablando un ratillo... Fue el día que pegó el pelotazo gordo. Estoy convencido de que si Víctor hubiera hecho esa misma faena en Las Ventas, habría salido a hombros. Seguro», señala el fotógrafo, aficionado a los toros desde niño.
«Víctor –continúa– era un muchacho que llamó mucho la atención como novillero, incluso en el plano nacional. Físicamente no pasaba inadvertido, porque era un tío espigado, de cerca de 1,90, pero es que como novillero hizo una carrera excelente. Recuerdo un mano a mano con Juan del Álamo en Valdemorillo, en 2011, siendo ambos novilleros. Juan llegaba con la vitola, pero Víctor le pegó un repaso de aúpa. Era un chaval que tenía formas, que tenía maneras. Yo, por mi condición de fotógrafo, me fijo mucho, claro, y hay toreros que no dejan de bailar, que no dejan los pies quietos en el suelo ni aunque se los atornillen... Pero él se quedaba muy quieto y luego tenía una mano izquierda poderosa. Y estética, mucha estética; porque, normalmente, los toreros tan altos tienden a doblarse mucho. Él no se doblaba; él era un tío muy vertical, muy estético... Sí, el día de Valdemorillo se salió. Me llamó la atención su actitud, pero es que, aparte del valor que le echó, toreó, toreó de verdad. Creo sinceramente que hubiera llegado alto. Era cuestión de tiempo».
Roberto no olvidará el día de la muerte de Víctor, aquella fatídica tarde de verano en Teruel. «Sabía que toreaba, pero yo estaba en un bar viendo la corrida de Pamplona porque toreaba Aguilar, otro chaval con el que me llevo muy bien... Y, bueno, recibí un mensaje en el teléfono con la noticia de que le había cogido un toro. Al ver las imágenes, supe lo que le había ocurrido, casi en el momento».
La exposición es el aperitivo de la sesión de toreo de salón prevista para mañana, a las once y media, en la plaza de España de
Sepúlveda
, en recuerdo de
Víctor Barrio
, que tan buenos ratos pasó con los niños transmitiéndoles esa pasión por el mundo del toro que llevó hasta el último momento de su vida.
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