En
Hontanares
se baila mirando a la Virgen, retrocediendo metros. / Guillermo HerreroComo lleva haciendo 44 años el día de la romería de
Hontanares
, Araceli Martínez se levantó ayer de la cama y subió andando desde
Riaza
hasta la ermita situada en la falda de la sierra. Fue un paseo diferente al de otras veces. La nostalgia se adueñó de su cabeza. Su esposo, Juan Antonio García, ha fallecido hace una semana. A pesar de la dolorosa pérdida, ella entendía que debía subir a Hontanares. “Fue mi marido quien me enseñó a bailar ante la Virgen, aquí mismo”, decía, con los ojos a punto de romper a llorar.
Si el 8 de septiembre es una fecha marcada en el calendario
riazano
, pues se celebra la festividad de Nuestra Señora del Manto, patrona de la villa, al domingo siguiente tiene lugar la romería de
Hontanares
, a la que profesa gran devoción una amplísima comarca.
Donde hoy está la ermita existió una pequeña aldea, perteneciente a
Sepúlveda
, que fue abandonada por sus vecinos en la segunda mitad del siglo XIV. El investigador Juan Antonio Cerezo Estremera defiende que la gran altura del emplazamiento y los fríos vientos norteños propiciaron la marcha de sus habitantes a lugares próximos, pero situados en zonas más bajas. Posiblemente, como consecuencia de la diáspora de los nativos de
Hontanares
, la devoción a la imagen guardada en la ermita se extendió por toda la comarca nordeste de la provincia, e incluso a la otra vertiente de la sierra, la que da a Guadalajara.
A la romería, cuyos orígenes posiblemente se remonten a la segunda mitad del siglo XVI, acude gente de todo el contorno. Como Angelines Arranz, de Becerril. Ella explica que una vez, cuando era niña, su madre la dio de mamar, pero estaba sofocada, pues acababa de segar. La leche, caliente, sentó mal a la criatura. “Se me abrió el estómago”, asegura. Lloraba y lloraba sin parar. “Mi madre me ofreció entonces a la Virgen de
Hontanares
, y yo me calmé”, agrega. Luego, el tratamiento prescrito por un médico de
Riaza
, llamado popularmente ‘Periquín’ logró su cura definitiva. Muchos años después, en 2001, y en agradecimiento a aquella intervención de la Virgen, Angelines regaló un manteo a su protectora.
Riaza entera sube a
Hontanares
el día de la romería. No solo los de mayor edad. También los jóvenes. Después de una noche de fiesta, Marta Pérez esconde sus ojos con una gafas de sol. Está cansada, pero quiere bailar ante la Virgen. Es su momento preferido de la fiesta. Lo mismo le pasa a Diego Maeso. “Subo aquí para bailar ante la Virgen”, dice, anunciando que estará de principio a fin de la procesión danzando. Más de una hora. Pero no le importa.
Acabada la misa de ayer, celebrada por Florentino Vaquerizo, la Virgen fue bajada del lugar donde habitualmente reposa, para su posterior colocación en andas. A renglón seguido sale a la calle, mientras se escucha el Himno Nacional. “¡Viva la Virgen de Hontanares!”, se grita una y otra vez. Y empiezan los bailes. Aquí se baila de una curiosa forma. Mientras la Virgen avanza, los danzantes, mirando a la imagen, retroceden metros con los brazos en alto. Detrás de la Virgen va el párroco, con las autoridades locales, encabezadas por la actual alcaldesa,
Andrea Rico
, a la que acompañan sus dos predecesores en el cargo,
Benjamín Cerezo
y Domingo Gómez. Cierran el desfile los músicos.
La Virgen tarda un largo rato en recorrer la pradera. Los de mayor edad no hacen el recorrido, pero lo observan desde la lejanía. Encarna Segura, aunque no es
riazana
de cuna, tiene devoción a la imagen, y siempre que su delicada salud se lo permite acude a la romería. Este año alquiló un vehículo para venir desde Madrid a Riaza. El caso de María Luz Redondo es parecido. Criada en
Riaza
, lleva 55 años en Madrid. Todos los años acude a
Hontanares
, a rezar unos padrenuestros a la Virgen, pidiendo protección para su familia.
No todo es fervor en Hontanares. Jenni Gamarro, tras una “noche dura”, reconoce haber subido a la ermita “por la fiesta”. “Aquí hay buen ambiente y te lo pasas bien”, dice, mientras sus amigos asienten con una medio sonrisa delatadora de que apenas han dormido. Al margen de la celebración religiosa, no pocas peñas de
Riaza
suben a
Hontanares
a comer. Los de ‘El Copaso’ fueron de los que así lo hicieron.
La procesión, al frente de la cual van dos imágenes del Niño Jesús, llevadas en andas por críos, llega finalmente a la entrada de su ermita, levantada a principios del siglo XVII sobre los restos de otro templo más antiguo. Los danzantes hacen un último esfuerzo. Y, para acabar, llega la subasta de las andas, de la que se encarga Mariano García.
La Virgen de
Hontanares
vuelve a su lugar. Es la hora de comer, y no son pocos los riazanos que, aprovechando que han subido a la sierra a ver a la Virgen, se quedan a comer en la pradera, acondicionada con parrillas para meterse entre pecho y espalda una buena chuletada. Este festín no es una moda reciente. Un artículo, publicado en EL ADELANTADO en septiembre de 1907, señala que tras los actos religiosos “se comió en la pradera y por la tarde cantose una salve, después de la cual organizose animado baile de rueda, que duró hasta el anochecer”.
Ya muy pocos —únicamente los de mayor edad— recuerdan los bailes de rueda de antaño. Pero sí se mantienen las leyendas en torno a la Virgen de Hontanares. Como la que todavía cuentan los abuelos a sus nietos, que dice que la imagen fue escondida, en tiempos de invasiones, y luego apareció a un pastor, en una cueva hoy llamada de Las Tres Gotas...
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