Riaza Los Gayumbos desde 1990

Hoy hace una mañana espléndida en

Riaza

, en toda Segovia. Muy luminosa. Soleada y brillante, que invita a pasear por sus montes y campiñas. No la desaprovechen. Es lo que voy a hacer en cuanto concluya con la escritura de mi artículo de hoy. Mañana es Viernes Santo.

Los "idus de marzo" en la Roma clásica eran jornadas de buenas noticias hasta que en el año 44 AC fuera asesinado por sus propios correligionarios Julio César; según relató el escritor griego Plutarco, un vidente había advertido a JC de la conspiración, pero él la obvió por completo; es más, en la mañana de autos, se cruzó con el vidente cuando se dirigía al Senado y le dijo sonriente a modo de saludo, "ya están aquí los idus de marzo, amigo"; a lo que el vidente replicó apesadumbrado: "sí, pero aún no han acabado". Apenas unas horas más tarde Julio César fue apuñalado hasta 23 veces en el Senado. Muchos años después, Shakespeare, en su magna obra "Julio César", hizo famosa la frase "¡Cuídate de los idus de marzo!" No es para menos. Bueno, pues en el trance de Julio César parece hallarse España en el año 18 del siglo XXI. Más o menos, quiero decir, que parece los hay decididos a asestar a la nación las "puñaladas" necesarias para acabar con ella.

El caso es que el mes de marzo ha sido pródigo en pésimas noticias para nuestra nación. Los "idus" no nos han sido nada favorables a los españoles, desde luego. No sé bien que es lo que está ocurriendo realmente. Diríase que hay quienes parecen empeñados en echar por la borda o el precipicio todo lo bueno que los españoles hemos ido conquistando poco a poco en los últimos años desde que entró en vigencia nuestra Constitución de 1978. Tal es así que, si alguien no lo remedia, España se puede ir al garete en un pis pas... ¿Quo Vadis España? Pues no lo descarten del todo. Podría ocurrir porque la deriva negativa de los últimos meses no para. Y conviene recordar, ojo, que las catástrofes que hunden los pueblos se anuncian poco a poco, casi por la puerta de atrás.

¿Y de quién es la culpa? No les quepa la menor duda: de nuestros políticos, de los partidos políticos. La excesiva profesionalización de la política es lo que tiene. Los diputados, los senadores...Todos los que viven de la "res pública" (que son miles y miles) defienden su "poltrona" con uñas dientes y como mejor entienden para preservar y blindar sus intereses, sus privilegios. Poco les importa el bien común de la ciudadanía. Van a lo suyo con un descaro supino, impropio de lo que una nación moderna necesita, que no es otra cosa que buenos políticos que piensen poco en ellos mismos y mucho más en los ciudadanos; en los más mayores, en los jóvenes, en los niños. Hombres y mujeres que hagan país, que pacten, y no lo contrario. Necesitamos líderes, además, más carismáticos que sean capaces de hacer cosas necesarias, de equivocarse lo menos posible. Líderes con reputación que nos enseñen a pensar y no en qué pensar. ¿Los tenemos? No, rotundamente no. Los "cuatro jinetes del Apocalipsis" (Mariano, Albert, Pedro y Pablo) ya no nos sirven. Se han quedado obsoletos totalmente y no por razones de edad. Nos parecen muy antiguos. Unos más que otros, es cierto, pero ninguno de los cuatro parece decidido a abordar con decisión los retos que España y el mundo tienen por delante: la globalización digital, la libertad y seguridad de las personas, la educación, la sanidad, el empleo, el europeísmo. No, no tienen nada de John Fitzgeral Kennedy ni de Emmanuel Macron. Tampoco les pedimos tanto, ni siquiera que estén a la altura de los Suárez, González o Aznar. Pero está claro que merecemos algo mejor, claro.

España busca su líder..., ¿o quizá no interesa? No lo sé, pero el caso es que necesitamos un tipo de liderazgo fuerte en el que la ciudadanía se pueda apoyar y hacer descansar su ávida confianza. Un líder que entusiasme y emocione con su discurso y afronte los problemas y tome de decisiones con estrategia predeterminada. Alguien que a la hora de negociar, se siente, se remangue, empiece a hablar y llegue a acuerdos que cambien nuestra historia y el porvenir de los españoles. A mí me gusta definir el liderazgo como un tipo de talento capaz de influir decisivamente en los demás. De valor íntegro. Si no hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace (y aquí se llevan la palma Sánchez y Rivera), no hay liderazgo real.

Siempre es más importante, conviene tenerlo muy presente, lo que el propio líder hace que lo que pueda decir. Hechos son amores. El ordeno y mando clásico ya pasó a la historia, y poco tiene que ver con el liderazgo moderno. Hace falta, en suma, un liderazgo que se apoye en la fortaleza y potencial de España, un liderazgo positivo repleto de valores, principios y virtudes. Íntegro, leal y entregado a su tarea.

Imaginen, por ejemplo, un líder que fuese capaz de pactar con Cataluña, que finiquite el "prusés" de una vez y para siempre. Un acuerdo nada sencillo, que sin duda habría de pasar previa e ineludiblemente por un relevo generacional del independentismo para sentarse a negociar, ya que es imposible sentarse en una mesa a discutir con políticos que están imputados por delitos como el de sedición o rebelión. En Cataluña se corre el peligro de mantener la pugna permanentemente. Es lo que quieren ellos. Ya lo advirtió Arrimadas en vísperas de las elecciones catalanas del 21 de diciembre pasado: "Si vuelven a gobernar los independentistas harán lo mismo otra vez". Lo clavó doña Inés, y en esas estamos. Hay que pararlo. Y únicamente liderazgos fuertes, valientes y con las ideas muy claras pueden conseguirlo. Nadie puede escurrir el bulto. España es lo que pide. Y se lo merece.