Unas semillas conservadas en el País Vasco han permitido el renacimiento de esta variedad, dada por extinguida hace medio siglo
José María Gonzalo hijo, con una muestra de las patatas. / G. H.
Vuelve la patata de Riofrío de Riaza. ¡Ahí es nada!. Y regresa, unas cuantas décadas después de considerarse definitivamente extinguida, a la tierra donde adquirió justa fama.
Pero, antes de entrar en cómo ha tenido lugar su recuperación, conviene recordar al hombre que trajo la planta a estos andurriales, Pierre Delon, un francés que, huyendo de la Revolución Francesa, llegó a España en las postrimerías del siglo XVIII y se estableció en el recóndito Riofrío de Riaza.
Una sencilla placa situada en un sillón de la iglesia parroquial resume la deuda de ese pueblo con el gabacho: “Este sillón fue construido, usado y donado a la iglesia por Pierre Delon (1758-1843), que siendo de nacionalidad francesa se estableció en este pueblo en 1786, fue el que introdujo la industria del torneado de madera y trajo la simiente de la célebre patata que se cultiva en el mismo”.
Durante casi dos siglos, la patata y los tornos de madera dieron notoriedad a Riofrío de Riaza…
Al parecer, la desaparición de este cultivo se produjo “en los años 50 ó 60 del pasado siglo, antes de que la mayor parte de la gente emigrara”, según explica ahora el ingeniero agrónomo Manuel García, quien ha estudiado todo el proceso. De acuerdo a su relato, previamente al momento de su extinción, en Riofrío de
Riaza
ya se habían introducido otras variedades de patata, más productivas, lo que provocó el rápido declive de la autóctona. Llegado el año de autos, la cosecha de la patata tradicional fue horrible. “No se sacó ni para la simiente del siguiente año, así que se perdió”, resume García. Aquello hecho “no supuso una tragedia para los vecinos, pues la mayoría ya utilizaban otras variedades”.
Eso sí, desde entonces una tristeza melancólica se adueña de quienes hablan de “las auténticas patatas de Riofrío de Riaza”, lamentando no poder volver a saborearlas. Uno de ellos es el
riazano
José María Gonzalo, quien hace varios años decidió, empeñado como estaba en “recuperar las patatas de riñón genuinas de Riofrío”, recurrir a su buen amigo García.
Y éste último, aprovechando sus conocimientos profesionales, se dirigió al Banco Vasco de Germoplasma Vegetal, uno de los dos centros donde se conservan semillas de todas las variedades de patatas existentes en España —el otro se localiza en Tenerife—, comprobando, para sorpresa suya, que allí había simiente procedente de Riofrío de
Riaza
, remitida en su momento por la Compañía Ibérica. Aunque tales semillas se encuentran habitualmente congeladas, García tuvo la fortuna de solicitar información al respecto justo cuando se iba a llevar a cabo una descongelación, así que aprovechó la ocasión para pedir varias muestras. Y el centro vasco accedió.
Las semillas fueron plantadas, de inicio, en dos localizaciones distantes,
Riaza
y Valencia, en un intento de garantizar que al menos en una de ellas daría fruto. En la primera cosecha se obtuvieron casi 20 kilos. En la segunda, 150. Tras ese éxito, el pasado mes de octubre se organizó la primera cata. Había nervios en los impulsores. Los más viejos del lugar probaron el tubérculo. Y su respuesta fue contundente:
—¡Sí, ésta es!
“Nos confirmaron que era la autóctona”, dice, satisfecho, García. “Ésta variedad es la que mejor se adapta a la alta montaña; no produce tanto como otras patatas más modernas pero, por su textura, es muy buena para guisar”, expone el ingeniero agrónomo, quien espera que, a no mucho tardar, pueda volver a estar presente en la mesa de las gentes de Riofrío de
Riaza
y pueblos cercanos.
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