El Equipo de Rescate e Intervención de la Guardia Civil auxilia a 60 personas en tres años
Agentes del EREIM de
Riaza
se descuelgan por una cueva./G. C. Agentes del EREIM de Riaza
se descuelgan por una cueva. / G. C.Tienen el sueño ligero pero sereno. Los sobresaltos forman parte de su día a día. Se han habituado a estar en alerta. En cualquier momento les pueden avisar de que una vida está en peligro. ¡Rápido! Son conscientes de que las posibilidades de supervivencia dependen en buena parte de su destreza, de sus conocimientos, de su habilidad, de su esfuerzo, de su preparación... en definitiva, de su quehacer cotidiano. En ese vilo se han acostumbrado a vivir los seis integrantes del Equipo de Rescate e Intervención en Montaña (EREIM) de la Guardia Civil. Desde su centro de operaciones en
Riaza
, en el nordeste de la provincia, no dudan ni un milésima de segundo en cargar el pesado material y emprender el camino hasta el objetivo de su misión. El tiempo es crucial y su transcurrir inapelable, el peor enemigo.
En los últimos tres años, esta unidad especializada ha efectuado 47 rescates en zonas de montaña inaccesibles para el resto y no solo en la provincia segoviana, según los datos facilitados por el equipo de la Guardia Civil. Sus servicios también han sido demandados en otros escenarios complicados que necesitaban de su pericia para acceder donde los demás son incapaces. En cuanto a esos operativos de rescate en montaña, el EREIM ha logrado desde 2016 prestar auxilio a sesenta personas extraviadas, perdidas o heridas e inmovilizadas a las que la montaña les jugó una mala pasada. Pero el territorio y la orografía no son las únicas amenazas.
El jefe del equipo, Rubén Darío Tejedor, explica que sus dispositivos no solo están condicionados por el sitio, sino también (y mucho) por «las condiciones meteorológicas». De hecho, las estadísticas de rescates correspondientes a los tres últimos años indican que seis de cada diez localizaciones y evacuaciones en las que han participado están provocadas por «problemas extremos climatológicos» que se registraban en las áreas montañosas.
El peor panorama con el que se pueden encontrar es que sea de noche, en invierno y con nieve. La capacidad de visibilizar el objetivo en este escenario se vuelve casi un arte adivinatorio. En cuanto a los lugares donde se ha necesitado de sus servicios tan especiales, hay barrancos, precipicios, cuevas... Precisamente vivieron uno de los rescates más tensos que recuerdan en la cueva del Jaspe –también conocida como la Hunda, ahora caída– en el Parque del Barral en Prádena. El agente Ángel Lara destaca la complejidad de aquella intervención porque veían que les faltaban medios y personal para poder evacuar a un espeleólogo que quedó atrapado y herido.
«Se estaba desangrando porque tenía aplastamiento de fémur». Al parecer, la víctima se había introducido en el curso activo de agua en un recoveco de difícil acceso en el que se desprendió una laja que cayó sobre este espeleólogo madrileño. Se dio además la circunstancia de que su compañero de expedición tardó dos horas en dar el aviso del incidente. «Había perdido mucha sangre», hace hincapié el guardia civil. La misión era conseguir que una enfermera llegara hasta donde estaba la persona atrapada para estabilizar su estado. Al final, aunque al límite, la misión logró salvar la vida de este espeleólogo.
El «infierno» del Pico del Lobo
La cuenta atrás comienza desde la llamada de socorro y no cesa hasta que cumplen con el auxilio. Están habituados a manejar la presión y a exprimir esas horas vitales que van desde el ímpetu de la movilización hasta el rescate. «Vamos a todos los lugares donde el acceso es difícil». Así define su tarea Ángel Lara.
La vertiente segoviana de Peñalara y los Picos del Lobo y Ocejón, éste último en la provincia de Guadalajara, son los entornos que más trabajo han dado al equipo en los últimos años. Sus componentes insisten en advertir de los peligros que esconden las montañas, sobre todo para los excursionistas inexpertos, aunque de esos riesgos no se han librado ni los más avezados montañeros, matizan. Subrayan, a modo de ejemplo, las búsquedas harto complicadas que han tenido que llevar a cabo en el Pico del Lobo, la cima más alta de la sierra y habitual lugar de trabajo para el EREIM de Riaza.
En estos rescates tienen muy en cuenta el estado en el que se encuentra la persona que se ha extraviado o que está herida. «Cualquier minucia se puede complicar con las condiciones meteorológicas», incide el jefe del equipo. «El Pico de Lobo se convierte en un infierno», advierte Samuel Rupérez. Y es que este alto, con sus 2.400 metros «es como si estuvieras en el Everest», apostilla Ángel Lara.
Tras los rescates obligados por las condiciones meteorológicas extremas que se dan en las cimas serranas, la segunda causa que más despliegues provoca del EREIM de
Riaza
son los avisos de personas extraviadas. Por la afluencia de senderistas y las características de la zona, la vertiente de Peñalara es propicia para que se produzcan este tipo de sucesos. En este tipo de operativos, los agentes atendieron lesiones de diversa consideración, siendo las más frecuentes las luxaciones, fracturas o hipotermias.
Hay otros operativos menos llamativos, pero que también requieren de los servicios de la unidad. Para muestra, el botón del rescate de una cigüeña atrapada en un campanario; o de una persona que se cayó en una tumba, recuerda a bote pronto José Luis Arencibia, otro de los integrantes del equipo riazano.
Los orígenes del EREIM se remontan a los años setenta del siglo pasado, cuando dos guardias civiles destinados en el puesto de San Ildefonso realizaban prácticas de esquí y escalada en Navacerrada.
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