“Es imprescindible que aseguremos en todo momento nuestra convivencia”. Lo dijo Felipe VI en su mensaje de Navidad a todos los ciudadanos españoles el pasado 24D justo antes de la celebración de la cena de Nochebuena. En parecidos términos, si bien en referencia a la Unión Europea y no a España, el presidente luxemburgués de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha declarado en el diario alemán “Die Welt” lo que sigue: “Solía tener la sensación de que nuestro continente estaba cada vez más unido. Sin embargo, durante los últimos 10 años me da más la impresión de que los europeos se están separando. Tenemos que asegurarnos de que estas divisiones no sean demasiado profundas”.
Los andaluces, los asturianos, los baleares, los canarios, los cántabros, los castellanoleoneses, los castellanomanchegos, los ceutís, los gallegos, los madrileños, los melillenses, los murcianos, los navarros, los riojanos, los valencianos y los vascos, constituyen ése crisol de caracteres distintos que son el poso de una riqueza cultural secular, seña de la identidad de una nación milenaria: España.
La convivencia (cohabitación o coexistencia) pacífica entre españoles ha sido siempre la norma general, aunque a veces haya sido alterada por los avatares de la historia (en nada diferentes, por cierto, a los acaecidos en otros paises de nuestro entorno más próximo o más cercano). Lo ideal, naturalmente, es que los periodos “entreguerras” se alarguen cada vez más y que no volvamos a caer en los errores cometidos en el pasado nunca más (o si lo prefieren “mai mes”, “inoiz ez”, “nunca máis”). Para conseguirlo bastaría con ser más generosos y solidarios, menos egoístas. Y más tolerantes. Al fin y al cabo, vivir es convivir. Y convivir es un arte, al menos para los humanos.
Está claro que los españoles somos unos seres muy peculiares y heterogéneos. Es muy notorio que la mayoría de nuestro conflictos son endémicos, tanto como que si no les ponemos coto o los superamos la convivencia va a ser terriblemente difícil cuando no imposible. No nos queda otra más que ejercer y exhibir la conducta más correcta y respetuosa ante propios y extraños. Hemos de tratar de afianzarnos en lo que más nos une que en lo que nos diferencia. El civismo es una actitud esencial para la buena convivencia entre las personas. También lo es para la vida pública. Sólo mediante una conducta cívica adecuada y sincera es posible hacer una sociedad amable, participativa, solidaria y capaz de enfrentarse al intenso cambio social de nuestra época, así como a las incertidumbres que nos acechan.
Riaza, la villa alpina del nordeste segoviano, es un ejemplo de municipio activo de excelente comportamiento cívico. De convivencia extrema, yo diría superior. Lo ha sido siempre. Es el legado que recibimos de nuestros mayores y a él nos debemos y entregamos en cuerpo y alma con todo nuestro equipaje personal y transferible. Yo no sé, ni me interesa, cuales son las ideologías (si es que las hubiere) de los riazanos. Lo que sí sé es que todas sus ideas van siempre encaminadas a lograr los mejores objetivos que puedan favorecer el bienestar de todos sus pobladores, ya sean residentes, transeúntes o visitantes ocasionales. Sí,
Riaza
, es el paraíso terrenal y… casi celestial. Lo he dicho muchas veces. ¿Exagero? Ni un ápice. El riazano/segoviano/español da la sensación de haber adquirido un compromiso con cada uno de nosotros, con las vidas de los demás, a través de la responsabilidad de cada cual en sus relaciones con sus vecinos y con su entorno. Las viejas virtudes de la austeridad, la templanza y los buenos modales está en el ADN de todos los riazanos/as y todas ellas son contempladas y ejercidas como virtudes cívicas con la mayor naturalidad. Los riazanos nos dan ejemplos de cómo de su práctica generalizada depende una vida individual y colectiva civilizada, tolerante y creativa. Tanto o más , si cabe, que de la existencia de unas libertades y una Constitución que garantiza los derechos de cualquier ciudadano. El patrimonio paisajístico, artístico y cultural de
Riaza
es sencillamente apabullante, brutal. Su patrimonio humano, también. Aquí, Majestad, la convivencia está asegurada y a pesar de tenerla patentada, estamos dispuestos a exportarla donde sea menester.
Y voy acabando amigos. Escribo este artículo recién concluida la retransmisión que nos ha ofrecido TVE del Concierto de Año Nuevo desde Viena, una de las rutinas más enriquecedoras para el espíritu y la mente de cuantas han podido estar a nuestro alcance en estos días festivos. Es el primer día de un año (2019) que se nos presenta muy incierto. Son la 13,45 horas y el sol luce radiante por encima de nuestras cumbres montañosas de la Sierra de
Hontanares
y de Riofrío, mientras se proyecta por el “Piamonte”
riazano
en toda su extensión. La temperatura ¡8º! de este invierno otoñal es excepcional.
Como excepcional ha sido el espectáculo que hemos visto por la tele. La rectangular “Sala Dorada” del Musekverein de la capital austríaca, donde la Orquesta Filarmónica de Viena acaba de concluir su conciertazo urbi et orbi y con 2.000 personas presentes en el auditorio, ha sido testigo de un hecho cultural, como cada año, extraordinario. La batuta magistral del alemán Christián Thielemann ha hecho las delicias de los asistentes y de los millones de espectadores que lo han visto por televisión, con sus interpretaciones, muy clásicas, de las grandes creaciones de la familia Strauss y Mozart. El vals del Danubio Azul y la marcha (palmeada) “Radettzky” han puesto el broche de oro a una jornada tan brillante como singular. Da lo mismo que seas europeo, americano, asiático, africano o sudafricano… A todos cautiva. ¿Cuántas ideologías distintas se habrán dado cita entre el variado público presente en el auditorio vienés? Da igual. ¿Qué importa? Por encima de todo está el buen gusto, la buena educación, el respeto, el civismo… ¿Qué tendrá la Música (con mayúsculas) que todo lo puede? Como nos dijo el inolvidable Padre Mindán, catedrático de Filosofía del Instituto “Ramiro de Maeztu” hasta su jubilación (¡vivió 104 años!), a los alumnos de la década de los sesenta en su primer día de clase: “La música es vida. Es el lenguaje universal de la Humanidad”. Qué razón tenía el sabio don Manuel Mindán Manero. Pero también, digo yo: ¿No será que tenemos más cosas en común con el resto de los mortales que pueblan el universo de las que creemos?
Bueno, queridos lectores de El Adelantado, “aseguremos” sí, nuestra convivencia, como dijo el Rey en su discurso, pero que todo fluya y discurra por los cauces normales con la mayor naturalidad, que no son otros que los del sentido común y la inteligencia. Como sucede en
Riaza
y en tantos municipios y ciudades de España. Les deseo a todos lo mejor para 2019.
Para ver los gustos y comentarios de las pesonas, deberá registrarse.