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[RIAZA - SOCIEDAD]
lunes, 05 de agosto de 2019 00:00
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Vacaciones en el pueblo: 165.000 veraneantes rompen las costuras de

Segovia

en julio y agosto
Fuente de la Noticia:  
elnortedecastilla.es
Los alcaldes alertan de la necesidad de mejorar los servicios sanitarios y de limpieza para afrontar el aumento de población
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Kini (primero por la izquierda), con parte de su familia, delante de la primera casa de verano que habitaron en San Rafael. / PEDRO LUIS MERINO
Dicen los segovianos viejos que, en invierno, La Granja es «La Granjilla», pero, en verano, se convierte, con todo merecimiento, en el «Real Sitio de San Ildefonso». El dicho popular, que sin duda alude al esplendor estival que el Real Sitio ha tenido históricamente, encierra una innegable verdad, en la actualidad aplicable a todos los pueblos segovianos: la vida llega al medio rural con el verano, aunque ya son muchas las localidades que duplican la población cualquier fin de semana del año, en parte gracias al fenómeno de las segundas residencias.

El Gobierno acaba de actualizar la Encuesta de Infraestructuras y Equipamientos Locales, documento que compara las cifras oficiales del padrón (y atención, porque no todos los empadronados viven el año completo en el municipio) con la estimación que los ayuntamientos hacen sobre el número de personas que reciben en los picos del verano. ¿Cuántos habitantes suma el medio rural segoviano durante los meses estivales? El informe elaborado por el Ministerio de Política Territorial dice que son 165.123, es decir, once mil personas más que la población censada, que apenas supera los 154.000 habitantes (incluida la capital).

La llegada de los veraneantes puede multiplicar por cinco la población de una localidad. Es el caso de

Riaza

, que tiene empadronadas 2.187 personas pero en verano recibe 8.747 más. «¡Menos mal que no suelen venir todos de golpe!», exclama el alcalde, Benjamín Cerezo. «Son meses en los que, efectivamente, andamos un poco apretados, sobre todo por el aumento del tráfico. No deja de ser un pueblo y las calles son como son. Intentar que la gente utilice el coche propio lo menos posible es una lucha permanente. En cuanto a servicios, se ha mejorado mucho. La depuradora solucionó el problema de la presión y en verano solemos reforzar la recogida de residuos. En los núcleos o barrios, si en invierno pasamos uno o dos días por semana, en verano lo hacemos tres», añade el regidor.

El Espinar y La Granja triplican estos meses su población. Ahora mismo, en pleno agosto, los núcleos espinariegos (El Espinar, San Rafael, La Estación y Los Ángeles de San Rafael) podrían alcanzar los 29.402 habitantes, según los datos que maneja el Ministerio. «Estamos saturados. Llega el verano y los veraneantes siegan los jardines de parcelas con mil o dos metros cuadrados. La cantidad de residuos que eso genera nos obliga a modificar el contrato con la empresa. Y eso hacemos, amoldarnos poco a poco, pero es una locura», se queja el alcalde de El Espinar, Javier Figueredo.

La tradición del veraneo está muy arraigada en estos pueblos y la convivencia entre vecinos y veraneantes es sana. «San Rafael –recuerda Figueredo– era conocida como la `Suiza española´. Siempre ha habido veraneo, chalés..., y la relación ha sido buena». Probablemente, el 99% de la población que

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, El Espinar y San Ildefonso ganan en verano procede de Madrid. «Estamos a tiro de Madrid y

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es muy de fin de semana. Si en verano quintuplicamos la población, los fines de semana del resto del año la duplicamos. Claro, vienen y ponen alguna pega, pero yo, cuando les recibo, siempre les digo: ¿A que el alcalde de Madrid no te recibe? Pues es un privilegio que no tienes en Madrid», cuenta el regidor riazano.

En Torrecaballeros, a once kilómetros de

Segovia

, las segundas residencias también disparan la población estacional. El alcalde, Rubén García de Andrés, subraya el esfuerzo «extra» que el Ayuntamiento debe hacer durante los meses estivales. «Tratamos de mantener la misma calidad de los servicios que prestamos y es necesario, por ejemplo, incrementar la frecuencia en la recogida de residuos, tanto orgánicos como de reciclaje», señala el regidor. En general, los alcaldes reclaman a las administraciones más implicación para mejorar los servicios de limpieza –la mayoría mancomunados– o sanitarios.

Beneficios

Sin embargo, no todo son inconvenientes. «La pervivencia de los municipios escasamente poblados difícilmente se explicaría en virtud de su propia dinámica interna» si no fuera por esa «economía de temporada» vinculada a la llegada de «residentes no empadronados durante periodos vacacionales». Es lo que defienden José María Delgado Urrecho y Luis Carlos Martínez, profesores de Geografía de la Universidad de Valladolid, en su estudio `La importancia de la población flotante en los municipios rurales del interior peninsular´. Este fenómeno se acrecienta, explican, en comunidades que tradicionalmente han sido «emigrantes», como Castilla yLeón, que vivió importantes sangrías por el éxodo rural a mediados del siglo pasado. Muchos de esos emigrantes mantienen en el pueblo la casa familiar. Y a estos vecinos con raíces se unen «las pernoctaciones de turismo rural». «En términos relativos, son los municipios menos poblados los que se ven más beneficiados por el aporte estacional, llegando a triplicar el número de sus habitantes», concluye el estudio.

«No cambiaría San Rafael por la playa, es incomparable»

Kini, nacido en Madrid hace cincuenta y cinco años, lleva veraneando con su familia en el núcleo espinariego de San Rafael más de cuatro decenios. Y una cosa tiene muy clara: no lo cambiaría por la mejor playa del mundo. «Empecé a venir de niño porque mi padre era de San Rafael. Veníamos al río, en tren, con la tartera, como los domingueros. El río, que tenía una especie de playa, estaba cerca del apeadero y era delicioso. Luego empezamos a coger una casa y a quedarnos todo el verano. Veníamos toda la familia y nos quedábamos dos meses o así. En San Rafael lo hemos pasado en grande», señala Juan Carlos Rodríguez Ramos, `Kini´.

«Yo se lo recomiendo a todo el mundo, a amigos, conocidos... Bajo mi punto de vista, no se puede comparar a la playa y no lo cambiaría por la playa por nada del mundo. De hecho, aunque trabajo y vivo en Madrid, en verano sigo viniendo. Y mi madre y parte de la familia también», añade el portavoz de los Rodríguez Ramos, estrechamente vinculados a San Rafael. Para Kini, los atractivos de San Rafael son únicos: «Aparte del entorno natural, el paisaje y el clima, me quedo con las vivencias que he tenido aquí. En San Rafael tengo a mis mejores amigos... En fin..., es todo. Lo único que falta es quizá una oferta de ocio. Cuando era joven había cine, discoteca..., pero los tiempos cambian».

La convivencia de estos veraneantes con los vecinos del pueblo es excelente, según Juan Carlos. «Es una relación muy larga y el pueblo tiene mucha tradición de veraneo. Es verdad que en las últimas generaciones noto cierto desapego, pero es la vida misma. A lo mejor es que los veraneantes salen menos, porque antes todo el mundo llenaba los bares... Puede que ahora haya menos dinero..., no sé. En mi caso, siempre me he llevado muy bien con la gente de San Rafael, de niño y ahora», dice con indisimulado orgullo.

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Nava de la Asunción, donde empezó el noviazgo

Salmantino y madrileña, Julián Sánchez y Mari Carmen Jiménez no fallan un verano en Nava de la Asunción. Y desde que se han hecho casa nueva y se han jubilado, las estancias son cada vez más largas. Se conocieron en Nava en 1973, también en verano. A él lo acababan de destinar allí en Renfe y ella pasaba un periodo estival más junto a su familia. «Nos hicimos novios y cuando me trasladaron a Madrid seguí viniendo para estar con ella, luego nos casamos», relata Julián. Mari Carmen tiene recuerdos del pueblo desde la infancia. «Como mi padre era de aquí, hemos venido siempre. Me encanta el fresquito, la familia, el olor a campo y tierra mojada. La playa y viajar gustan, pero el pueblo tira mucho», comenta. Su marido reconoce que la estancia en la localidad siempre le ha servido para desconectar. «Madrid es muy agobiante y en verano hace mucho calor, así que te vienes al pueblo y aunque de día haga calor, por la noche respiras. Eso y que aquí tenemos jardín, familia y siempre me he sentido bien acogido». Nunca faltan las visitas a la piscina, el vermú y los cafés con amigos, además de los paseos por los pinares con Galo, el perro de la familia. «Antes veníamos a la casa familiar, pero cuando dejó de estar en condiciones llegamos a alquilar para seguir viniendo hasta que nos hicimos una nueva», apunta Mari Carmen.

Su pasión por Nava también se la han tratado de inculcar a sus hijos, Daniel y Laura, que les visitan con frecuencia. Su nieta, Carolina, también pasa largas temporadas con ellos. «Le encanta venir, ha hecho buenas amistades y puede hacer cosas que en Madrid son impensables, como irse de paseo en bicicleta. Lo disfrutamos todos».

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Tranquilidad, silencio y hospitalidad Susana Sparacino, médico argentina jubilada afincada en Madrid, llegó a Pinilla Ambroz, una pedanía de Santa María la Real de Nieva, hace veintidós años. Lo hizo por casualidad, buscando un pueblo en el que sus hijos pudieran pasar el verano. «Quería un pueblo para mis hijos porque eran los únicos del colegio que no tenían pueblo. Yo nací en un pueblo de Argentina y sabía muy bien lo que significa para un niño vivir en el campo. Así que empecé a buscar y en el `Segunda Manó vi que se vendía una casa en un pueblecito de

Segovia

, Aragoneses. Vine con mi socia y su marido, pero la casa no me convenció. Dimos una vuelta por la zona y, por casualidad, caímos en Pinilla Ambroz. Preguntamos a una señora si se vendía algo y acabamos en la que ahora es mi casa de verano. Cuando vi el sobrado, la parte donde guardaban el grano, dije: Aquí me quedo. Me encantó y sigo enamorada de mi casita de Pinilla», relata Susana.

Lo más curioso es que, tras ella, arribó a este pueblecito de la campiña segoviana una veintena de arquitectos, artistas, abogados y médicos extranjeros que, siguiendo la estela de Susana, contribuyeron a repoblar la aldea, aunque solo sea en verano. «Venían a verme y me decían que estaba loca, pero acabaron aquí. En realidad, ahora, sola, jubilada y con hijos casados, me hubiera ido, pero fue viniendo cada vez más gente, amigos míos directos y amigos de otros amigos, y ya somos un grupo fantástico».

Tampoco cambiaría Susana su casita de Pinilla por un veraneo en la costa. «¡No puedo ni pensarlo! Verme en una playa, ahora, en agosto... ¡Me daría algo! El mar lo disfruto caminando, pero en octubre, no ahora», dice esta mujer que llegó buscando «un trozo de tierra» y «libertad» para sus hijos y halló un tesoro: «En Pinilla encuentro tranquilidad, silencio, hospitalidad, porque la gente del pueblo es encantadora. Luego está la cercanía a Madrid. Si quiero ir, por ejemplo, al cine, voy, me quedo dos días y me vuelvo».
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