Riaza Los Gayumbos desde 1990

Según dice "el poeta", celebrar la cena de Nochebuena y despertarse el día de Navidad es muy triste si no eres un niño. No le falta razón, los niños de antaño, al igual que los de hoy en día, sin ser los mismos, son siempre iguales: inocentes, puros, alegres. Siempre ilusionados por todo. A los que ya acumulamos "mucha juventud" en nuestra mochila nos conviene tener cerca a los hijos, nietos o sobrinos-nietos en edad infantil para así poder ser partícipes y protagonistas de su felicidad. La nostalgia de otros tiempos pasados y las ausencias de los que se nos han ido yendo de nuestro lado poco a poco nos entristecen a todos. Sin embargo, el estar vivos nos facilita la activación de nuestra memoria y los recuerdos positivos de otras épocas muy felices, lo que nos ha de servir como soporte principal para integrarnos con nuestro entorno familiar en estas fechas tan entrañables.

Escribo estas líneas desde mi domicilio madrileño en las primeras horas de la mañana del domingo 22. Los niños del colegio de San Ildefonso cantan la lotería a través de las emisoras de radio (la prefiero a la televisión). Apenas han comenzado y ya ha salido el número (26590) correspondiente al Gordo de Navidad. Llevo cuatro décimos acabados en 0. El más rentable parece que será el 08990, que juega la Peña de

los Gayumbos

de

Riaza

, al coincidir los dos últimos números. El premio, para una inversión de 20 euros es de 120. No está mal. Luego, a la tarde, echaré un vistazo al listado por ver si en la pedrea ha caído algo más. Y si no, pues no pasa nada. Lo importante es participar de una tradición secular que nos retrotrae en el tiempo.

Ahora toca cumplir con la rutina de todos los años. En cuanto acabe y envie mi artículo, daré un paseo por la Avenida de Concha Espína hasta el estadio Santiago Bernabéu, apenas a 400 m. de mi casa. Hoy además, esta misma noche, toca partido: todo un derbi frente al legendario Athletic de Bilbao. Y luego, tras el inmediato paseo matinal, a tomar el típico pincho de tortilla y caña en el bar de "José Luis", sito en la calle Rafael Salgado. Si, como otros años, hubiera estado en

Riaza

, me habría dado un par de vueltas por la "M30" para acabar en La Fonda de Pepe o en La Taurina de Mariano tomando un "martini".

Vamos ahora al principal objeto de mi columna de hoy... El pasado 12 de diciembre, durante una de esas típicas comidas pre-navideñas con amigos de toda la vida, Miguel Martínez y yo nos lamentábamos por no haber podido acudir, como teníamos previsto, a la cita del 25 de noviembre en la mítica sala Galileo Galilei de Madrid con nuestro común amigo Patxi Andión donde presentó su nuevo trabajo discográfico como colofón a una brillantísima carrera de 50 años, desde aquel su primer disco, "Retratos" en 1968. El último albúm de once canciones inéditas que lleva por título "La hora Lobecán" (esas horas en que se junta el día con la noche y confunde al lobo en can y al perro en lobo) es todo un regalo para sus seguidores. Una creación, otra más, portentosa. Producto de un talento singular. Nos contaron después, quienes estuvieron en el concierto, que fue un auténtico éxito artístico con el público totalmente entregado a la actuación del gran artista. Pocos días más tarde, el día 18 de diciembre, saltó la noticia más inesperada: Patxi había fallecido en trágico accidente de tráfico. No me lo podía creer... El gran poeta, compositor y cantante atravesaba un momento de plenitud artística y personal increíble.

Conocí a Patxi, ése madrileño de Azpeitia, a finales de la década de los 80 al coincidir con él en una montería de jabalíes en los montes toledanos. Enseguida trabamos una amistad duradera. Patxi poseía una personalidad arrolladora. Aparentemente introvertido, se habría a todo el mundo al instante. Sin "filtros", como dicen ahora los cursis. El campo y la naturaleza, la caza entendida como ejercicio ético y responsable eran su bandera y pasión principal, además del ejercicio pedagógico. Doctor en Sociología y Ciencias de la Información. Prestigioso profesor universitario. Dirigió durante siete años la Escuela de Caza de la Real Federación Española de Caza dejando un legado irrenunciable. "La caza racional" y "La postrura" fueron dos de sus libros excepcionales. Sus colaboraciones en diversas revistas y medios de comunicación sobre la temática de la práctica cinegética conservacionista y sostenible ahí quedan. Un maestro. Más que cantautor Patxi era un juglar costumbrista. Intérprete de su propio cancionero, pianista y guitarrista consumado. Jamás le oí presumir de todo ése su curriculum vitae espectacular. Su naturalidad, sencillez y humildad configuraban el ADN de su persona.

Otras de sus grandes pasiones, sin duda las primeras de todas, fueron Gloria, su mujer y compañera, y sus tres hijos: Marco, Íñigo y Jon. Otra mas, también, su Atleti, el del Metropolitano, el del Manzanares y el del Wanda. ¿Cómo consolarles ahora tras una pérdida tan sorpresiva como irreparable? No hay consuelo ni palabras que mitiguen tanto dolor. Su gran obra, que roza la excelencia, ahí queda para las futuras generaciones de jóvenes emprendedores. Canciones como "Una, dos y tres, una dos y tres", "El maestro" y, sobre todo, "Amor primero", que cantó a dúo con su voz ronca y con la aterciopelada de Amaya (Mocedades), ya forman parte de la banda sonora de nuestras vidas para siempre. Y es que si la felicidad consiste en gran medida en haber conseguido lo que deseabas, Patxi Andion estaría contento consigo mismo al comprobar que tenía una buena relación entre lo que deseó y lo que consiguió. Supo trabajar con mucho talento y detalle sus mejores argumentos: amor, cultura y amistad.

Queridos amigos, cuando va llegando inexorablemente el tiempo en el que empezamos a tener más pasado que futuro, aquel cada vez nos pesa más. Nuestra mirada se serena, deja de ser prospectiva, de largo alcance y de futuro, y se hace más introspectiva. No buscamos las respuestas tanto en lo que nos queda por aprender cuanto en lo que tenemos en la mochila de la vida, para afrontar así con lo que ya sabemos los nuevos retos que nos plantea el hecho de vivir. Cuando se inicia el tramo final de la vida, que no se acabará un segundo antes de que corresponda, el camino recorrido hasta entonces lo hemos ido haciendo acompasadamente con nuestros seres queridos, por los lugares por los que hemos transitado y con las vivencias habidas con ambos. Memoria y olvido son como la vida y la muerte. Vivir es recordar y recordar es vivir. Morir es olvidar y olvidar es morir. Por eso una vida será tanto más intensa cuanto más llena esté nuestra memoria de recuerdos. Los olvidos no forman parte de nosotros. A los que se nos van les seguimos queriendo en el recuerdo, por eso son nuestros seres queridos. Amar, sin duda, es la mejor manera de vivir y recordar. Patxi Andión amó a los suyos, a su familia, con pasión. Y su familia le correspondió en todo momento. Ahora nunca le olvidarán. Le recordarán siempre.

Vayan, y acabo, mis mejores deseos para ustedes, especialmente para mis amigos riazanos (no te olvidamos Antonio) y para sus familias y seres queridos, presentes y ausentes, en la celebración de Nochebuena y en la comida de Navidad de mañana...