Los pequeños pueblos de la provincia se apoyan en el voluntariado y en la ayuda entre vecinos para hacer la compra y cubrir las necesidades básicas de los mayores y que no salgan de casa.

Solidaridad entre vecinos
Durante el Estado de Alarma, ya se sabe que solo se puede salir de casa para ir al supermercado, la farmacia, los bancos, ciertos trabajos y poco más, ¿pero qué pasa si en nuestra localidad de residencia no hay farmacia, ni supermercado ni banco?, ¿cómo se subsiste sin poder desplazarse al pueblo de al lado para hacer la compra? Pues como bien dice el refranero, `Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma´. De esta situación saben mucho en los pequeños pueblos de la provincia de
Segovia
, acostumbrados a tener las despensas llenas, las verduras en el huerto, y consumir de los animales de granja y los huevos de sus gallinas. Pero no todo se reduce a esto.
Los mercados semanales han desaparecido en la mayoría de los pueblos, pero cuentan con pequeños supermercados o tiendas de ultramarinos que pueden abastecer de lo más básico a la población, principalmente mayor. En Lastras de Cuéllar, el alcalde del municipio, Andrés García, tomó esta decisión debido al miedo que tenían los vecinos a contagiarse de Covid-19 por los que llegarán de fuera. Entendían que los tenderos recorren distintos pueblos y están en contacto con más gente por lo que podía ser un elemento de riesgo. En otras localidades donde no hay tiendas de alimentación los fruteros o el supermercado ambulante reparten por las casas; o en las plazas, pero con los vecinos esperando y guardando la distancia entre personas.
En Lastras de Cuéllar hay tres tiendas y dos carnicerías que abren distintos días a la semana. Tienen de todo y a través de voluntarios o los propios tenderos llevan la compra a casa a los mayores que llaman por teléfono para hacer sus encargos. Según cuenta Nieves Ballesteros, una de las cinco voluntarias que atienden a unas 10 personas de más de 80 años: «Aunque habitualmente los hijos les hagan la compra en Cuéllar o Cantalejo, también están acostumbrados a comprar en las tiendas del pueblo porque son conscientes de que estas tiendas les dan facilidades y que cuando verdaderamente lo necesitan, como es en la situación actual, les atienden y les dan el servicio que necesitan».

Henar de Pablos, de Carrascal del Río. - Foto: DS
Gracias a los voluntarios van tirando también en los pequeños pueblos rojos y negros de la zona de Riaza. El propio alcalde,
Benjamín Cerezo
, organiza el grupo de voluntarios y cuenta que suben dos veces a la semana para abastecer a los vecinos de lo que necesiten. El contacto telefónico es fundamental porque también están en comunicación con los vecinos que por su trabajo se desplazan a
Riaza
y aprovechan para hacer la compra a aquellos que lo necesiten a través de los voluntarios.
El equipo de Cruz Roja formado por 14 personas lleva más de un año trabajando en la localidad y ahora se han organizado en turnos de mañana y tarde y cuentan con un vehículo para atender los repartos. Desde el primer momento en que se decretó el Estado de Alarma, desde el Ayuntamiento se hizo un censo de las personas mayores y se les hizo llegar una comunicación indicando el número de teléfono al que podían llamar si necesitaban alimentos o medicamentos. De esta manera también hacen un seguimiento del estado de los mayores y entre todos atienden sus necesidades tanto en
Riaza
como en las pequeñas poblaciones.
En grupos de dos personas los voluntarios toman nota de los pedidos y tras hacer la compra se lo llevan a sus casas. «En ningún momento entran a las casas, llaman al timbre o los mayores les ven desde el balcón y les dejan el dinero fuera. Hay algunos que incluso se lo bajan en una bolsa desde el balcón», comenta entre risas Cerezo. Gracias a esta forma de organizarse los mayores están encantados porque no tienen que salir de casa. En estas pequeñas poblaciones, como es el caso de
Madriguera
que cuenta con apenas cuatro vecinos, estos salen para hacer sus labores en el campo e incluso se han tomado tan en serio no salir de casa que salen menos que antes.

CARRASCAL DEL RÍO. Las localidades que sí tienen súper o tiendas se han organizado para evitar el contacto entre vecinos. Antes eran los clientes quienes entraban a hacer la compra, pero debido al pequeño tamaño de establecimientos como el de Henar de Pablos, en Carrascal del Río, ha optado por poner un mostrador en la entrada y ella misma prepara los pedidos. «Entran de uno en uno y los demás esperan en la puerta con paciencia y muy concienciados. Hay un espacio de cinco o seis metros entre cada uno», comenta. De Pablos ha comprobado en este algo más de un mes de confinamiento cómo han cambiado los hábitos de consumo ya que ahora sus clientes hacen la compra para toda la semana y se llevan sobre todo producto fresco de fruta, verdura o carne. Además ha notado que vende más yogures, leche, huevos y la ya famosa levadura.
En esta tienda de Carrascal del Río no faltan tampoco los pedidos a domicilio para los mayores no solo para atender las necesidades en la localidad sino incluso en municipios cercanos. En los pueblos pequeños mucha gente mayor cuenta con el servicio que presta la Diputación Provincial de Ayuda a Domicilio y estas personas también ayudan a los mayores a hacerles la compra o los recados que necesiten para evitar que salgan de sus casas. «En los pueblos pequeños nos destacamos más por la solidaridad entre los vecinos, siempre nos apoyamos unos a otros», apunta Henar.
El confinamiento también está suponiendo cambios de hábitos por ejemplo en una carnicería familiar de Villaverde de Íscar. Dada su cercanía a localidades más grandes como Íscar (Valladolid) o Cuéllar, los vecinos acudían antes del confinamiento allí a hacer sus compras, mientras que ahora van al comercio local.

Un voluntario de Cruz Roja lleva un pedido a una casa de Riaza. - Foto: DS
Ramón González, hijo de Fuencisla, de la carnicería Fuencis cuenta que mucha de la gente que atienden ahora no son clientes habituales, vienen a hacer la compra semanal y tratan de «darles confianza y una atención personalizada» para también tratar de afianzar la clientela de cara al futuro.
En estas semanas han comprobado cómo la gente compra más cantidad, sobre todo la gente mayor. Ramón recuerda que el primer fin de semana del 14 de marzo cuando se anunció el estado de alarma se quedaron sin género aun siendo previsores y contando con el doble de productos que otros fines de semana. «Llevo 20 años aquí y nunca había visto la cámara ni las vitrinas así, la gente se llevaba lo que fuera», comenta. Esto demuestra la psicosis inicial que después se calmó con menos ventas de lo habitual hasta que la tercera semana volvieron las grandes compras al ver que el Estado de Alarma se alargaba.
Los mayores de entre 70 y 80 años les llaman para que les preparen el pedido y salen a recogerlo a mediodía o se lo llevan a casa. «Hubo una señora que vino con dos mascarillas puestas. La gente mayor tienen miedo», insiste. También hay quienes mandan a alguna vecina para que se lo recoja y cuando van a comprar el pan lo hacen para varios días, congelan las barras de pan y de esta forma evitan salir. Los más jóvenes les hacen los pedidos por Whatsapp y después pasan a por ello. Cualquier fórmula es válida para atender a los vecinos y evitar que en esta época de confinamiento salgan de sus casas.
Para ver los gustos y comentarios de las pesonas, deberá registrarse.