Ayllón
por su emplazamiento estratégico, ha sido el lugar elegido durante siglos para importantes reuniones y concilios por autoridades y personajes de todas clases.
Podemos tomar como ejemplo el Tratado De
Ayllón
que unió a los mandamases de Castilla y Portugal para la firma de un tratado de grandísima relevancia. Las reuniones de primavera de La Mesta que unían entorno a
Ayllón
a los más importantes ganaderos y representantes de León, Soria,
Segovia
y Cuenca. Y, por último, los cónclaves entre los obispos de Osma, Sigüenza y Segovia. Y esta última referencia parece ser la culpable de que, hoy jueves,
Ayllón
sea el único de los pueblos segovianos que celebra el ancestral “Jueves Lardero”, inducido además por la cercanía y complicidad con Soria… A veces más que con la provincia de
Segovia
, por eso de estar un poco en tierra de nadie.
Se trata de una fiesta de la que no está claro el origen, pero en la que todo el mundo sabe el final. Llegar a casa ahumado, helado de frio y con las comisuras de los labios oscurecidas por el vino del porrón.
A lo largo de la tarde se van abriendo las bodegas para llenar de alma las entrañas de “La Martina” y, al anochecer, las lumbres comienzan a brillar y a iluminar el cerro, inundándolo de vida.
En las bodegas y merenderos abunda la carne de todo tipo, pues es precisamente el centro de la fiesta, por ser el último jueves antes de cuaresma. Las tortillas de chorizo abundan y forman parte del menú de todas las casas, hasta el punto de servir para almorzar, comer y merendar. Pero toda esta carne y tortilla no se concibe sin la “tendida” pan redondo muy apreciado que es “barnizado” con aceite. Tampoco puede faltar el “cagadillo de monja”, dulce típico formado por caramelo de azúcar y frutos secos (en cada casa se eligen unos u otros).
Para una gran parte de los habitantes de la villa es una fiesta especial, incluso para algunos tan esperada como San Miguel y no sería descabellado pensar que en el futuro se pudiera ubicar una de las fiestas locales para dar mayor peso al Jueves Lardero y fomentar su celebración, dado que ya prácticamente no se celebra San Isidro.
Por Jonás Sánchez Esteban
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